miércoles, 30 de marzo de 2011

Dolor de madre

             Las enseñanzas de los espíritus.

                       Dolor de madre

                         Nº 1.346-1-X. Espíritu consultor

¿Puedes hacer esa consulta, hermana?

Está aquí esta hermana que vino a buscar consuelo para su dolor de madre, encontrar caminos de reconducción  para el grave problema que tiene con uno de sus hijos, que le llena de pena su corazón de madre.

      Que se siente aquí esta hermana que pide ayuda. Ya os ha indicado el hermano introductor. Son verdades profundas que hacen estremecer al hombre que trata de huir de ellas atrapado por cuatro banalidades terrenas, de soberbias, egoísmos y orgullos. Y hermana, para hacer el trabajo habéis cogido la materia y, esta es la gran verdad, En el momento que se comprenda esta poderosa verdad de la vida si os ponéis en comunicación  con las atmósferas celestes,  con amor, con entrega, con calma. Con la confianza ciega de sentiros bañados por esa luz poderosa que inunda todo,  trasforma toda negatividad en esperanza y amor. Cuando se está preparado para ello, para liberaros, volar, volar hacía esas atmosferas de desprendimiento y aceptación. Pero, mientras hermanos queridos os vais quemando en vuestros propios egoísmos, pasiones y deseos. ¡Qué esperáis recibir!

       Esta es una poderosa verdad muy suavizada que  indicamos, para todos, envuelta en dulces consuelos para que el humano en su niñez del conocimiento no sea muy dañado en su amor propio y no despierte más ego.

        El momento actual de la tierra es de completa transformación y mientras no se abran las puertas a esas verdades limpias el sufrimiento será insoportable. Con él la pérdida de valores, de ilusión, el desencanto, el engaño, la traición. Y, una vez más, surgirán las pruebas de compensación.

        ¿Si esta hermana que os pide ayuda tienes que hacer alguna reflexión profunda puede hacerla, libremente?

        –Sí, lo que habéis dicho que no era deseado. Sí, es verdad, era debido a la situación que yo tenía. Una vez nacido estuve más pendiente de él que de ninguno de los otros hijos.

        Te hablamos desde el punto evolutivo, esto quiere decir que este ser viene con mucha fuerza, trae mucha energía y necesita un reajuste para equilibrar su sistema. Tampoco quería entrar en donde entró, le ha sido impuesto. La ley espiritual actúa por su propio peso, así como tenéis las leyes humanas que hacen los hombres. Las leyes de la naturaleza están establecidas por el orden y el equilibrio del sistema evolutivo de la vida y la evolución en las pruebas humanas.

       Ahora, que se siente aquí la hermana moderadora que lleva éste médium. Luego, en privado, puedes tener una consulta.

       – ¡Está muy alterada esta hermana! ¿Cómo la puedo ayudar?

       Le haces una limpieza interior, luego la envuelves en energía. Si surgen fuertes estados de nervios  que nos pida el médium, mentalmente le daremos ayuda.  Que la divina luz os envuelva con su manto de amor y os de consuelo y esperanza.

               Grupo, los caminos de la vida.


domingo, 27 de marzo de 2011

Adormecimiento.

                                    Adormecimiento

El tiempo de adormecimiento  depende del grado de evolución conocimiento y misión del espíritu. También, pienso que hay otras situaciones externas que determinan, pero, sí, involucradas en un proceso dentro de un movimiento grupal, en donde un espíritu es un simple engranaje de un proceso que debe suceder y estar ausente de su desarrollo y por alguna causa se produce un adormecimiento mayor, la literatura espírita está llena de casos de largos adormecimientos de los espíritus.

Yo hablo desde mi limitado conocimiento y las experiencias que diariamente vivo a través de la mediúmnidad y las enseñanzas que nos dan los guías que nos asisten en nuestro trabajo. Enlazando con esto voy a relatar una experiencia desarrollada hace unos años en una reunión de caridad espiritual con el grupo, los caminos de la vida. Desarrollado a través del trance de una médium llamada Lola, en donde yo era un simple espectador.

Lectura

Moderadora.- Veo que eres un hermano, te siento muy agobiado. ¿Necesitas que te demos luz?

Espíritu.- Sí, estoy agobiado, me escondí para que no me mataran, me perseguían. ¿Ya ha acabado la guerra?

M.- Hermano, ¡tú has desencarnado!

E.- ¿Qué es eso?

M.- Que has muerto.

E.- No, os veo y tengo mi cuerpo.

M.- No es tu cuerpo.

E.- Sí.

M.- Es de una mujer, puedes ver que tiene pechos.

E.- Estoy soñando.

M.- No hermano, estás utilizando otro cuerpo, de un médium. Ahora te daremos luz para que puedas ver, por tu derecha verás que se acercan unos hermanos que te llevaran a una sala de reposo donde te cobijarás para iniciar un nuevo camino, el espiritual.

E.- ¡Ya acabó la guerra!

M.- Sí hermano, hace más de 60 años, estamos en el año 2.003.

E.- Perdonar, ya me están haciendo las indicaciones, veo un hombre que estuvo conmigo en la guerra.

M.- Que la luz te acompañe.

En este caso para la mente corporal del espíritu había pasado más de 60 años en un total  vacio, recordó enseguida el compañero de la guerra.  Manolo.

Grupo, los caminos de la vida



miércoles, 23 de marzo de 2011

El camino

         Los ritos y las creencias son de la tierra, no son el camino, es lo que nos recuerda que hay un camino, son de la tierra y en ella se deben de quedar. El camino está liberado de toda creencia. 

                        El camino

           Nº 1.422-J. Jaime, moderador en las dos esferas  18-8-10.

           Ya os han indicado los guías mis queridos hermanos que cuando los médiums entran en trance en vuestros aposentos terrenos hay asociaciones de espíritus que se reúnen, aquí en la casa eterna, en donde se les enseña a estos espíritus mas materializados su situación interior y el camino que deben seguir para desprenderse de sus influencias terrenas y a través del cuerpo fluídico del médium se asoman a la realidad material y ven las cosas de la tierra en la manera que las dejaron y el cambio que tienen que hacer, ya en la nueva situación espiritual en que se encuentran.

            Todo lo de la tierra debe de quedar en la tierra, el desarrollo espiritual debe de seguir su proceso, limpio de ataduras, ya liberado de esas pasiones, egoísmos, liderazgos y creencias humanas que llenan de incertidumbre en el desarrollo corporal a los seres materiales que tienen esa facultad y deben liberar carga. Por esto, la necesidad de comunicación para que se limpien los caminos entre la población terrestre y la espiritual. Y, a pesar de estar unidas y tener coordinadas de continuación son planos distintos de existencia en los cuales en cada uno se tiene que hacer un proceso determinado, renovador, para ir haciendo esa evolución espiritual que todos los seres vivos debemos de hacer.

            Cerraré esta puerta con el deseo que la claridad se introduzca en el desarrollo espiritual en “los caminos de la vida”, intemporal. Con ello, que haya un mayor entendimiento para el desarrollo en el sendero continuador en el aprendizaje de la prueba corporal, en la familia espírita.

                                   Grupo, los caminos de la vida






domingo, 20 de marzo de 2011

Sonata de amor

                                     Sonata de amor

Vestido con ropa deportiva y protegido por un grueso jersey de lana a primeras horas de la tarde Pepe llegaba al cuartel, –vamos, te esperan–, me indicó.

Salimos del cuartel y fuimos dando un paseo hasta llegar el puerto, continuamos hasta la zona de rocas en donde meses atrás habíamos estado hablando. Había pocos comentarios, pero, sí, una emotividad cargada de interrogantes que nos envolvía dentro de un estado de nostalgia interior.

Frente a aquél mar crispado, rabioso, que sacudía con fuerza las olas contra las rocas que se coronaban de blanca espuma Pepe puso su mano derecha sobre mi hombro me miró a los ojos  y me dijo, – ¡Es hermoso todo esto! ¿Verdad?

Sin darme tiempo a que me expresara, señaló, –te acordarás de todo esto, también del desarrollo espiritual y de las ciencias ocultas que cada vez más te encontrarás atrapado en ellas hasta que al fin te desarrolles como médium. Abra cambios de valores en tu vida, muchas más cosas que te harán volver para recordar y meditar sobre estos momentos que hemos pasado juntos.

–Sí, –señalé,  sin saber que contestar frente a tanta contundencia–. ¡No sé!

–Pepe un tanto inquisidor y con su media sonrisa me dijo, –tendrás las respuestas dentro de poco tiempo, ahora vamos a mi casa, mi hermana te espera.

Atravesamos calles y plazas hasta llegar a la gran avenida. En la zona antigua señorial se levantaba la casa de Pepe. En mármol a la derecha de la puerta había una placa dedicada a la memoria de su padre. “La ciudadanía de la ciudad en recuerdo a nuestro juez”

Sentí una extraña vibración que fue en aumento al pisar el portal y poner el pie en el primer escalón de piedra. Una desconocida emoción presionaba mi pecho haciendo más dificultosa mi cargada  respiración, mientras mis ojos se humedecían. Unas notas de piano sonaban en toda la escalera cogiendo vida propia y envolviendo la atmosfera en una mágica y desconocida vibración que me penetraba por todos mis sentidos. Era una sonata de Chopin interpretada libremente. Sentí en todo mí ser una embriagadora emoción,  me paré, cerré los ojos para dejarme envolver en aquellas notas que consideraba angelicales.

–Vamos, sube. Gloria te espera, –me indicó Pepe,  que se había quedado un poco retrasado.

No tenía palabras para poder definir aquella desconocida emoción que me producía cambios en mi sentir y pensar y una fuerte reacción. También, cierta crispación por la postura material de Pepe para que entrase en la casa, como tirando de mi voluntad.

Pepe, se adelantó y subió las escaleras sacó la llave del bolsillo y abrió la puerta. En aquellos momentos sonaban las últimas notas musicales que envolvían la casa en una atmósfera de nostalgia y vida, un temblor corrió por mi cuerpo que me hizo estremecer.

La entrada en el amplio pasillo, la gran sala donde Gloria tocaba el piano. Al fondo una cristalera que daba al jardín por donde entraba una ráfaga de sol en aquél atardecer de ensueño, el sol llegaba hasta el centro de la sala, dejando una zona en penumbra.

Al lado de su piano estaba Gloria, la chica triste y melancólica que había conocido unos meses atrás. Tenía una mano apoyada en las teclas del piano, al estar en contra luz  se perfilaba la silueta. Al entrar en la sala me quedé deslumbrado; No era la chica tímida y de ojos tristes que había conocido, tampoco iba vestida con el abandono que llevaba cuando la conocí. Cuanto más me acercaba más quedaba deslumbrado por el cambio que había tenido en tan poco tiempo, ya a un metro de Gloria me quedé parado, como si no fuese capaz de continuar, tampoco quería romper aquél encanto, todo parecía irreal.

Su frente despejada, la cara sonrosada. Un hermoso peinado con una diadema y un brillante en lo alto de la cabeza. Un sencillo y elegante vestido  que le quedaba un poco más arriba de la rodilla. Un corpiño con una especie de tirantes que le dejaba al descubierto los brazos y la parte alta del pecho. Una cadena dorada al cuello rematada con una piedra azul que producía destellos, en juego, pendientes pequeños del mismo color que le daban el aspecto de una dama del renacimiento y el encanto de una diosa griega.

Seguía parado como si estuviese clavado en el suelo, no me quería acercar por miedo a romper aquél encanto que me parecía no ser real, dada la brutalidad que tenía que vivir en el cuartel

–Gloria sonrió con dulzura y retiró la mano de la tecla del piano y se acercó con un bello movimiento, –te esperaba–. Abrió los brazos y me abrazó fuertemente besándome en la cara, así en silencio estuvo algún tiempo.

Me saltaron las lágrimas de emoción al sentir a Gloria, –amor mío, me has dado la vida. Ya no me interesa la materia en este despertar amoroso de mi espíritu. ¡Ya nada material me hará sufrir!

Estaba perplejo, como una estatua de piedra había quedado. Sentía el contacto de sus carnes y un fuego de eternidad me quemaba mi alma y me elevaba a un estado de desconocida emoción.

Gloria se separó –me tenía cogida una mano– me miró a los ojos  con infinita ternura.
Quedé deslumbrado ante tanta belleza y no pude impedir que unas lágrimas empañaran mis ojos al ver de aquellos hermosos ojos negros brotar agua como si fuese un manantial, fruto de aquel enloquecido   y poco común amor.

–Ven, –me dice Gloria dulcemente y sin soltar la mano que iba tirando  me llevó a la sala en donde había estado la vez anterior. Nos sentamos en el mismo diván y surgió un momento de silencio, por mi parte de cierta confusión.

–En aquellos momentos entró Pepe en la sala y se puso de pie delante de Gloria esbozando su media sonrisa, –el amor es eterno, enriquecedor siempre que no intervengan las pasiones de la carne y los egoísmos mundanos de la vida temporal, es como ser una parte de Dios  –reflexionó–. ¡El mismo Dios!

Le miré un tanto confuso y sin comprender aquél paternalismo, que..., me confundía.

–Vosotros tenéis una gran misión en la vida corporal, tenéis una prueba de misericordia y de amor para ayudar a los hombres  a través de vuestra mediúmnidad.

– ¿Qué mediúmnidad? –le indiqué molesto.

–La que tú hoy no puedes comprender, pero está en tu interior. Viviréis ese gran amor, pero no será ahora en estos momentos, será luego, sin las ataduras temporales de la materia y sus deseos.

Tanto Gloria como yo estábamos sorprendidos sin comprender nada de aquella filosofía que de continúo Pepe nos aplicaba.

–Puedo sentir vuestros pensamientos, –indicó Pepe a la vez que retiraba las manos que con anterioridad había puesto  sobre mi cabeza y la de Gloria. Fue como un gesto de entrega como algo ya predestinado que la vida imponía dentro de un destino concreto.

En aquellos momentos se sienten unos ruidos, un fuerte taconeo que hacía retemblar el piso, era Mari. Pepe fue a su encuentro para cogerle unos paquetes que traía. A la vez le decía, –vino Manolo a despedirse.

– ¿Se marcha? –manifestó Mari fríamente.

–Sí.

–Bueno.

Había escuchado todo y sentí  un fuerte escalofrío  en mi interior. Miré para Gloria y veo que le cambiaba la expresión de su cara y entraba en una especie de temblor. Me soltó la mano que la tenía cogida, cerró los puños clavándose ella misma las uñas, a la vez, cerraba los ojos y bajaba la cabeza.

Me  levanté del diván para saludar a Mari, y me acerqué para darle un beso.

– ¡Hola! –me dijo Mari a la vez que me daba la mano.

–Sentí un fuerte escalofrío, le miré a los ojos y le dije, –hola– a la vez que le daba la mano.

Sin más, Mari se fue a otra habitación encendió la luz y dejó la puerta abierta. Se quitó el lujoso abrigo de pieles que llevaba puesto. Iba elegantemente vestida y la ropa la llevaba ceñida al cuerpo resaltando el ancho de sus caderas y sus abultados pechos, que subían por encima del escote, también iba muy pintada.

–Gloría, prepara la mesa que vamos a cenar, –indicó desde aquella habitación y con voz autoritaria–. Y tú Pepe prepara las cosas de la cena. 

–yo que tanta felicidad había sentido unos momentos antes me sentí mal, deseaba desaparecer. Sentí una fuerte crispación desde que había llegado Mari, y deseaba marchar de allí. Llamé a Pepe que estaba en la cocina y le dijo, –me tengo que ir, mañana me marchó y tengo que preparar algunas cosas.

–Pepe llamó a su hermana y le dijo, –Manolo se va.

Apareció Gloria que ya se había puesto el delantal, estaba crispada y los ojos los tenía llenos de agua.

– ¿Te vas?

–Sí, tengo unas cosas pendientes.

–Ven, –me indicó, a la vez que me cogía la mano y me llevaba a la entrada de la casa, arrimó la puerta y me abrazó  llorando de manera desconsolada.

–Aquella era una inesperada  situación para mí, no prevista. Saqué un pañuelo del bolsillo y le limpié la cara, –que no te vea llorar tú madre–, le dije, a la vez que la estrechaba contra mi cuerpo.

Gloria levantó  la cabeza y me miró a los ojos  que también estaban llorosos

– ¡No te preocupes! –me indicó.

La cara de Gloria se iluminó, volvía a centellear la luz de la vida en sus ojos. Era una expresión de total desafío hacía su propio dolor.
La besé en la boca por primera vez, y sonriendo le comenté,         – ¿Quieres que nos veamos mañana?

–Sí, –señaló Gloria sin meditarlo.

–Te llevaré a donde tengo el estudio al aire libre.

–Sí, amor mío, es lo que más deseo en estos momentos.

–Mañana nos vemos en el puerto a media mañana.

Una voz desde dentro de la casa cada vez se sentía con más fuerza, –Gloria, entra y prepara la cena si quieres cenar.

– ¡No volveré a llorar! –Indicó Gloria envuelta en una extraña serenidad– le diré a mi hermano que salga y hablas con él, para que os despidáis.

Gloria entró en la casa y dejó la puerta abierta. Yo la observaba como su figura se iba alejando  en el pasillo camino de la cocina. Al poco rato llegó Pepe.

–Las pruebas de la vida, –indicó Pepe esbozando una amplia sonrisa.

– ¡Demasiado duras!

–Son necesarias las corporales para el progreso interior, –indicó Pepe en total serenidad.

–Mañana pasaré el día con tu hermana, cuando ella regrese a casa ya me abre ido de la ciudad.

Pepe volvió a esbozar una sonrisa, me abrazo y me dijo, –Gracias, que seáis felices.

–Retrasaré unas horas mi viaje para estar con tu hermana.

–Mi hermana interiormente es muy bella, la vida corporal y su prueba humana la está haciendo sufrir demasiado, –con voz dudosa y de preocupación señaló–. ¡No sé si lo resistirá!, Por ello quiero ampliar estudios en el campo psíquico para poderla ayudar.

–Lo comprendo, es la misma confusión que hay en mi interior. 

–Piensa en lo que te dije, –me indicó Pepe.

Nos dimos la mano, luego nos volvimos a  abrazar. Ya no hubo una sola palabra más, cada uno siguió su camino.

Un tanto confuso,  nervioso bajé las escaleras  de la rígida casa señorial, atravesé la entrada  y traspasé la gruesa puerta de madera de roble en donde había un picaporte fundido en bronce.

Ya en la calle me quedé parado sin saber el rumbo que tomar. Giré la cabeza para dar la última ojeada a la puerta y volví a ver la placa de mármol con letras doradas que la gente le dedicaba al juez, con cariño.

Cerré los ojos y levanté la cabeza como en un desafío a la vida, a la vez apreté con fuerza los puños. Entré en una profunda meditación que me confortó. Comprendía la grandeza de Pepe y de Gloria que nunca me habían hablado de la familia, que era de clase noble y acomodada, muy querida en la ciudad. Por unos momentos en mi mente se formó como una pantalla virtual en donde se manifestaban pasajes de la vida del juez muy poco favorables, envueltos por engaños y traiciones.

Todavía el sol bañaba con su luz dorada la parte alta de algunos edificios. A lo lejos estaba el sol, pero desde donde me encontraba no lo podía ver.

Sin rumbo fijo empecé a andar, mientras las sombras de la noche iban cubriendo la ciudad y las primeras luces de las farolas se empezaban a encender. Seguí andando y fui a parar al faro, me subí encima de una roca mirando al mar, mientras las lágrimas resbalaban por mi cara, estaba ausente, confuso.

Ya había anochecido y en la lejanía todavía se podía ver el resplandor anaranjado  del cielo, un rojizo azulado en donde acababa el agua que convertía aquella puesta de sol en un sentimiento de profunda añoranza.

Siempre me había gustado el mar, era como un vehículo que me trasportaba a desconocidas emociones, que con fuerza palpitaban en mi interior. Ya la noche cubría el horizonte y el cielo estaba lleno de estrellas, una luna llena que iluminaba el mar, las rocas. También las esculturas grabadas en ellas. El faro con sus intermitencias lanzaba ráfagas de luz sobre el sereno y oscurecido mar.

Me senté al lado del torso de la adolescente que había esculpido  antes de conocer a Gloria – ¡Cómo se le parece!–, pensé.

Por unos momentos recordé  la sonrisa de Pepe y de sus palabras, –nada sucede al azar, todo obedece a una ley que a los humanos tanto nos cuesta asimilar.

Sentí frío y bajó a la parte baja del acantilado en donde había una cueva muy profunda que utilizaba cuando llovía, allí hacía los bocetos en barro y los dibujos para hacer las grandes esculturas en las rocas. Había hablado con los viejos marineros y me habían indicado que nadie que no fuese del mar conocía aquellas cuevas, que eran del tiempo de los romanos de cuando habían hecho el faro. También, los pescadores me contaron acontecimientos relacionados con la guerra civil, tema que me preocupaba por el destrozo que había hecho.

En la cueva tenía un poco de leña e hice una hoguera para calentarme. Me sentía mal y no tenía ganas de regresar al cuartel ni ver a nadie y pensé en pasar la noche allí yo sólo. A la luz de la hoguera esbocé unos dibujos de Gloria, Me sentía fatigado, cansado, me fui a un rincón de la cueva donde había un poco de paja y llegaba el calor de la hoguera. Me recosté contra la pared de piedra y con el pensamiento puesto en Gloria me adormecí.

Dormí profundamente, me despertó la luz de un nuevo día. Un sol tímido y lagañoso se asomaba por la lejanía, enfrente de donde veía aquellas hermosas puestas de sol. Con el agua del mar me lavé la cara para despejarme, subí a la parte alta del acantilado y durante un rato estuve contemplando el mar.

En la lejanía se veían las frágiles barcas de los pescadores que regresaban a puerto con las primeras luces del día cargadas con la pesca que habían conseguido por la noche. Era gente muy pobre que disponía de lo más elemental para ganarse la vida. Eran momentos muy tristes, la guerra civil había dejado pobreza y desolación, solamente una minoría que se había puesto en el momento oportuno  al lado de los triunfadores vivían envueltos en abundancia.

La diferencia en el tejido social en la nación era grande. Él ejército el clero y el capital formaba una alianza de poder contra la cual no se podía luchar. La mayoría de los intelectuales habían sido fusilados y los más afortunados se habían tenido que marchar al exilio, dando prestigio y conocimiento a otros países.

Pepe nunca me había hablado de política, ello me abría nuevas puertas de conocimiento en mi conciencia, un nuevo orden de valores iba tomando fuerza en mi interior, tenía 22 años y me consideraba viejo, cansado. Me dejaba arrastrar por el impulso de los sentidos para liberar carga, dejando que las fuerzas interiores germinadoras de todos los cambios se manifestaran libremente.

La gruesa niebla de la mañana se había ido difuminando y el sol invernal había cogido fuerza dando un agradable calor. Por la situación del sol comprendía que tenía el tiempo justo para ver a Gloria que me esperaba en el puerto –ello lo deseaba por encima de todo– antes tenía que ir al cuartel a ver el capitán y recoger el permiso y mis cosas personales.

De espaldas al faro baje la carretera y pronto llegué al cuartel,

– ¿sabes dónde está el capitán? –le pregunté al centinela.

–Está en su despacho, pienso. Ya vino.

Atravesé el pasillo y subí las escaleras hasta llegar al despacho del capitán, y llamé a la puerta.

–Adelante, –indicó la voz del capitán.

Le saludé militarmente, y guardé silencio.

–Te felicito por el trabajo de los relieves que has hecho para el coronel, –me indicó el capitán a la vez que me estrechaba la mano.

–Abrió una carpeta que tenía encima de la mesa, –el permiso para que té ausentes del cuartel, te tienes que presentar en el gobierno militar cuando llegues a esa ciudad, allí te esperan.

Cogí aquél papel que me permitía marchar del cuartel, el permiso estaba firmado por el coronel. Comprendí que toda la fuerza y el poder de las estrellas no le dieron fuerza ni valor moral para entregarme aquél papel que me permitía marchar del cuartel. Una burlona sonrisa corría por mi  interior  recordaba cuando le había dicho al coronel, –recurrirán a alguien superior que usted en rango y tendrá que obedecer. Así fue, el obispado recurrió al gobernador militar. Ya sabía que tendría que seguir trabajando gratis, en bien del alzamiento nacional

–Té queda un buen futuro, –me dijo el capitán a la vez que me alargaba la mano.

–Gracias por la atención recibida, –le indiqué a la vez que le daba la mano.

Ya con la autorización de dejar el cuartel entré en la compañía, recogió mis cosas personales. Miré a mi alrededor vi algunos compañeros y me despidió de ellos. Sin mirar para atrás atravesé el pasillo  el patio de armas y dejé el cuartel a mis espaldas.

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Sonata de amor iba a ser una hermosa y dolorosa sinfonía que iba a atravesar mi alma en estos 55 años transcurridos. Las indicaciones de mi amigo iban a ser determinantes en el desarrollo de mi vida que, como bien me indicaba, me llevarían al doloroso desarrollo de mi mediúmnidad, en mi lucha para evitarlo.
En gratitud, ya en mi vejez corporal, elevo un pensamiento de amor y deposito esta vivencia en, los caminos de la vida.
                               Manolo



              

miércoles, 16 de marzo de 2011

Zafarrancho general

             Zafarrancho general                                             

                               18   

Durante días estuve trabajando en el relieve de las lanzas y otras tallas. Cada vez iban surgiendo mas remates, más cosas para complementar. Era una mañana invernal, fría. Como de costumbre sonó el toque de diana y, a la vez, suenan las órdenes  de zafarrancho  general.

En pocos momentos pelotones de soldados estaban fregando la compañía, el piso, ventanas, lavados, pasillos. Todo el cuartel estaba en limpieza. Mientras, iba llegando militares de alta graduación con trajes de gala y cargados de medallas. Los gastadores, la tropa de la plana mayor, todos se preparaban  con las mejores galas.

Los soldados limpiaban mosquetones, cartucheras y todos los arreos que se usaban para los grandes desfiles. En el patio de armas se limpiaban y abrillantaban ametralladoras, cañones, carros de combate. Ponían banderas por todas partes y alfombras por todos los pasillos. En el patio de servicio se lavaban los caballos, se limpiaban y abrillantaban las correas, las puertas, cristales, todo.

–Viene el gobernador militar para hacer una inspección, –sonaban en las voces de los soldados.

Frente aquellas batidas de limpieza y orden  pensé en sacarme del medio y liberarme de la lejía y los productos de limpieza que se hacía sentir por todas partes. Con disimulo y camuflado entre los soldados que limpiaban me dirigía a la carpintería y al pasar por el patio de servicios un sargento que estaba allí para que todos siguieran en su misión de trabajo, de forma brusca me interfiere.

– ¡Eh, tú, a donde vas, ven aquí!

–Estoy haciendo unos trabajos para el coronel y estoy rebajado de todo servicio, –le indiqué después de saludarlo debidamente.

–Vete, ¡aféitate!, –me  dijo el sargento con voz firme al verme tan desmañado–. Y a hacer el trabajo de limpieza que te han destinado.

– ¿Qué haces tu aquí?, –me preguntó el sargento de la carpintería que pasaba por allí en aquellos momentos.

–Me pararon cuando iba a la carpintería.

–Debía de estar limpiando, –indicó el sargento de servicio de limpieza.

–Por orden del coronel este soldad está rebajado de todo servicio.

–Vete,  y que no te vean tan abandonado por el patio.

–Hay una inspección militar, viene un general, –me indicó el sargento en la carpintería.

Sonreí, hice una mueca y esbocé una sonrisa que no pudo retener.  

– ¿Qué pasa? –me preguntó el sargento con un gesto de contrariedad.

–Pienso que soy yo la causa de la visita de ese general.

– ¡Tú!

–Sí, ya se lo indiqué al coronel que lo harían a través de un mando de rango superior, y...

El sargento hizo un gesto entre contrariedad y extrañeza, sin decir nada se marchó.

Con las mejores galas estaba todo el cuartel. Con banda de música y estandartes en el patio de armas. Allí estuvieron los oficiales y la tropa toda la mañana. Era ya cerca el medio día y suena la trompeta, empieza la banda de música con el himno nacional. Por la megafonía que habían puesto en todo el cuartel para el evento, una voz varonil señalaba, –presenten armas, el gobernador militar.

Ya por la tarde, trabajaba en la carpintería y llegó el sargento que se cuidaba de ella, –tienes que marcharte cuanto antes, te reclama el gobernador militar–. Me dijo el sargento al entrar en la carpintería.

– ¡Ya se lo indiqué antes, mi sargento!

–Si, algo me habías dicho con anterioridad de un cura.

–Terminaré todo antes de marchas, también haré la policromía del relieve de las lanzas  para que puedan montar el arcón y barnizarlo.

–Gracias,  –me indicó el sargento.

Era la primera vez desde que estaba en el cuartel que nadie superior  me daba las gracias. Trabajé  duramente de día y de noche hasta acabar el trabajo.

Me sentía como atrapado en  un extraño  estado moral, envuelto en mis meditaciones tuve la sensación de ver al republicano y mis ojos se humedecieron. Eleve un pensamiento de gratitud por las enseñanzas recibidas  que estaba por encima de todo interés  material de orgullo o resentimiento.

–Comprendía que todo aquello había sido un pequeño triunfo para mi estúpido orgullo –pensaba–. El coronel no había tenido fuerza moral para acercarme la noticia, lo hacía a través de un emisario.

No quería entrar en aquél juego de intereses dominios y resentimientos. No quería ir por la vida  con el corazón oprimido por causas personales. Trabaje intensamente hasta acabarlo, dejé de ir a bellas artes y a las tertulias de mis amigos artistas.

A pesar de las contrariedades, los encuentros con mi amigo Pepe, sus enseñanzas sobre clarividencia y justicia espiritual me habían ayudado a sobrellevar la carga  diaria del cuartel. Además abría en mi interior desconocidos caminos que me hablaban de verdades que traspasaban lo limitado de la vida corporal y de los intereses mundanos.

A los pocos días recogía mis herramientas, en un maletín que me habían regalado, ponía las cosas más personales. Me sentía un poco nostálgico a pesar de la brutalidad de la vida militar había encontrado sensibilidad y un rincón que, con mi arte y mis ideas acariciaban la soledad de mi alma.

Pensé en el acantilado, la cueva. Las esculturas que había labrado en la roca viva y quedarían allí como una muestra de mi arte, de mis ansías creadoras soportando los fuertes oleajes  de la vida como un mensaje a las futuras generaciones para cuando yo me marchase de  aquella ciudad.

En aquello momentos recordé a Pepe y Gloria..., mis ojos se nublaron y la emoción me oprimía el corazón. – ¡Ya no los veré más...! –Pensaba.  

La puerta de la carpintería estaba abierta, intuitivamente levanté la cabeza y a través de los cristales veo una sombra que se acercaba, al rato, una persona en la puerta, era mi buen amigo Pepe.

– ¡Hola!

–Estoy recogiendo mis cosas.

–Ya me enteré que te marchas.

–Sí.

– ¡Vaya revuelo que has formado con la visita del gobernador militar!

–Tiene mucho poder el clero.

–Pepe me puso una mano en el hombro y me miró a los ojos, –busca la verdad en tu interior eres parte de la gran ley, cuando estoy contigo es como si estuviese con mi hermana.

–Sí, es sensible y profunda, me atrae y preocupa, no tiene límites su espíritu.

– ¡Sí, claro! Vivís en el anti mundo y tenéis una hermosa misión en la vida que está por encima de todo interés y gloria terrena. ¡Te tienes que despedir de mi hermana!

–Sería mejor que me marchase sin decirle nada, –le indiqué después de un momento de meditación.

–Sería todavía peor para ti y para ella, –me indicó Pepe como si me hubiese leído en mis pensamientos.

–Intento que no sufra, –le indiqué un tanto confuso.

–Sufrirá más. Esta relación no empezó ahora  tampoco acabara su proceso.

– ¿Qué quieres decir?

–Que nada empieza en un papel en blanco, todo está sujeto a la ley de la continuidad. Tú y Gloria habéis tenido ya otras vivencias y este encuentro ya estaba preparado, es muy determinante. ¡Ya lo verás! –El gesto de la cara de Pepe se envolvió en cierta amargura, no había aquella media sonrisa que determinaba.

– ¿Veo que intuyes acontecimientos?, –le manifesté un tanto confuso.

–Sí, muy fuertes, para ti y Gloria.

– ¿Puedes indicar algo?

–No, en ello estoy yo involucrado. Debes despedirte de ella..., –me indicó Pepe de manera rotunda–, la vida es amor y esta profundidad espiritual se impone por encima de todo lo físico y temporal. Lo invade todo con esa energía creativa que hace las evoluciones de las personas y los mundos.

– ¿Los mundos?

–Sí, hay muchos en el universo.

– ¿Con vida?, –le interrogué.

–Sí, y más evolucionados que nosotros en su desarrollo. No es de sentimientos humanos ni de amor carnal de lo que te estoy hablando, que eso sé muy bien que es temporal. Te hablo de la energía que vitaliza la vida y eleva a las almas en el camino de la luz y del conocimiento. Ser libres sin ataduras egoísmos o resentimientos.

Me quedé meditando..., aquellas palabras de Pepe me sonaban en mi interior pero no sabía que contestar, me quedaba sin palabras pero no sin pensamientos.

–Ya lo encontrarás, no te tortures en llegar al final de un camino que todavía no has hecho. Te acordarás de todos estos comentarios, pues los vas a necesitar.

Baje la cabeza y cerré los ojos, un extraño esplendor había visto en la cara de Pepe que me produjo un escalofrío...

– ¡Ya lo tienes en tu sendero! –Determinó Pepe– por la tarde te paso a buscar para ir a mi casa.

–Adiós.

En medio de aquél estado un tanto confuso –ya sólo– continué recogiendo las herramientas y mis cosas. Subí a la compañía para asearme y cambiarme de Ropa.

–Pasaré por el despacho del capitán al nuevo día para recoger la autorización que me permita marchar del cuartel, voy a estar unos días alejado, –le indiqué al cuartelero que estaba de servicio. Durante un buen rato estuve hablando con él, era un compañero que cumplía el servicio militar  y no quería que hubiese enemistad dado el trato especial que tenía dentro del cuartel al estar rebajado de todo servicio y obligación militar.   

No conservo ningún dibujo ni fotografía del relieve de las lanzas que talle en madera de castaño policromada 55 años atrás. Su recuerdo está en mi mente y en las viejas carpetas de cartón estaban estos apuntes que hoy presento en “los caminos de la vida”, como enseñanza viva de ese fluir del tiempo y las pruebas humanas que, arrastran, trazan el camino, conduce a quien lo acepta y arrastra a quien se resiste. Con gratitud, marzo 2.011 Manolo