martes, 2 de noviembre de 2010

EL ENCUENTRO CON TORCAL

                                      El encuentro con torcal

                                                     2

Continuamente nos equivocamos al pensar que el camino que hacemos es definitivo y no un medio para una realización superior.

     Me había sentado para descansar, a la vez, para contemplar extasiado la puesta del sol en aquella tarde de verano de sofocante calor. Cerré los ojos para relajarme y vivir con intensidad  aquellas horas del atardecer que siempre me habían introducido en estados interiores de calma y añoranza.
Abrí los ojos y quedé sorprendido por lo que tenía al alcance de mi vista, fui bajando la mirada como si quisiera fiscalizar el impresionante paisaje y fundirse con la energía que lo activaba. Una a una fue saltando de roca en roca en aquél profundo acantilado hasta llegar al embravecido mar que con furia se estrellaba contra las rocas produciendo una fuerte estampida al reventar el agua formando una hermosa corona de espuma que subía a gran altura.
Seguí caminando con la vista puesta en aquél  mar embravecido. A lo lejos divisé una playa y la gente que todavía se bañaba, seguí caminando con la vista hasta el horizonte y comprendí que estaba frente a aquella puesta de sol que veía a diario y que cada día me producía una nueva y emotiva emoción que me envolvía en un estado de fuerte melancolía que en momentos me arrancaban lágrimas.
En medio de aquél estado de profunda y dulce tranquilidad siento que me llaman. Aquellas voces me hicieron salir de aquél estado nostálgico de sentimientos en los cuales me encontraba. Miré a mí alrededor y veo acercarse en la media penumbra de la tarde a alguien que me era familiar, compañero en los caminos de la vida y de los ideales artísticos, era Torcal.
– ¿Qué haces tú aquí?
–Te buscaba, –indicó Torcal con un gesto de arrogancia–. Tengo que hablar contigo, mi querido amigo, me siento feliz y deseaba verte para hablar de mis proyectos y de mis amores.
– ¡Vale!, –exclamé.
Nos abrazamos y surgió un instante de silencio que se transformó en una profunda emoción por parte de Torcal que no podía retener en su interior.
–Siéntate y hablamos, ya he visto en el teatro que estáis con la zarzuela.
–Sí, hoy libro.
–Pensaba en ir a verte.
– ¿Y esto?, –indicó Torcal un tanto impresionado por una escultura que estaba haciendo en una roca de granito de un viejo lobo de mar.
–Es para una exposición que estoy haciendo aquí, en el acantilado.
–Quiero hablar contigo sobre mis proyectos, –me indicó Torcal a la vez que me ponía el brazo por encima del hombro.
–Ya puedes empezar, te veo muy motivado.
–Sí, y enamorado.
–Me alegro.
Torcal me tenía en gran estima y a mi lado se sentía fortalecido. Además, moralmente sentía como si tuviese una deuda pendiente. Años atrás le había cedido una habitación en mi casa estudio y le había facilitado otras ayudas materiales cuando Torcal estaba haciendo el servicio militar, desde aquellos momentos siempre había tenido una atención especial conmigo.
–Torcal entró en una explosión de sentimientos que le impedía hablar y señaló. – ¡Estoy enamorado!
Hubo un silencio, y…
–Puedes indicar lo que desees.
–He conocido una mujer que es escritora y poeta, me ha enloquecido. Además piensa como tú y se expresa de la misma manera. ¡La tienes que conocer!
–Bien, –le dije por salir del paso de tanta emotividad.
–Se llama Candi, continuamente le hablo tuya, conoce buena parte de tu obra, las esculturas del museo y quiere conocerte. Tiene en imprenta un libro de poemas y en la portada lleva su retrato.
–Sí, me han hablado de ella, no la conozco físicamente.
Hubo una pausa, Torcal se levantó de la roca y se puso derecho delante mía, sacó del bolsillo un sobre y me dijo. – ¡Toma!
– ¿Qué es?
–Un troquel.
–Abrí el sobre y me encontré con un troquel, con una cara en negativo de una mujer. – ¿Esto para que es?
–Es el retrato de Candi, el que va a imprimir en el libro de poemas, me lo ha dado con el ruego que tú le hicieras unos retoques.
Le di la vuelta al troquel y miré dentro del sobre y no encontré ninguna fotografía –todo aquello era una sorpresa para mí–. Tampoco había ninguna nota que indicase lo que quería retocar. Por otra parte, aquél troquel había sido fundido y no tenía mejora posible. Al tener en mis manos aquella pieza de hierro sentí una fuerte reacción de calor y esbocé una sonrisa entre ironía y confusión.
– ¿Y la fotografía?
– ¡Solamente me dio esto!
Envuelto por la emoción de aquél atardecer y la llegada de mi amigo no le di importancia al troquel y lo puso al lado de mis dibujos y papeles.
Las luces del día se perdían en el horizonte, el rojizo sol se había ocultado en la lejanía por detrás del mar y había un profundo contenido de sentimientos en aquél atardecer de ensueño.
–Torcal se sentía contento, animoso, –estoy ensayando sobre una nueva ópera en la cual voy a ser el tenor–. Sin más empezó a cantar, su potente voz retemblaba en el paisaje envolviendo aquél atardecer en un encanto especial lleno de sentimiento y de nostalgia.
–Es un pasaje de la ópera titulada, “Rebelión en alta mar”. Está desarrollada una parte en el mar, –indicó Torcal, que durante largo rato estuvo hablando del libreto. Su rostro se iluminaba y la emoción le invadía todo su ser.
Yo le escuchaba ensimismado, entre nosotros siempre había  surgido confianza y afectividad. Torcal era un admirador de mi obra artística.
–Quiero hacer algo vivo, relacionado con la fuerza de la naturaleza, por esto, tanto la música como la letra está relacionada con elementos del mar.
–Me alegra verte activo, con esa ilusión y fuerza, –le indique con la emotividad  en alza. Me gustaba la ópera y la voz de torcal me hacía subir la adrenalina y me transportaba a profundas emociones.
–ya he hablado con decoradores y escenógrafos y no me convencen los diseños que me han hecho. Quiero algo más vivo, real, que llene de realismo el escenario y que levante la vibración del público, que haga arrancar fuego en los aplausos y sonrisas y lágrimas en los corazones.
–Torcal miró a su alrededor y sin reflexionar señaló con aquél impulso que le caracterizaba, – ¡Esto es lo que quiero! –. Se giró  y me puso su mano derecha en mi hombro y envuelto en una amplia sonrisa señaló. –Quiero la fuerza de la naturaleza, un mar embravecido con su color y sonido, potente, vivo, milenario. Con la fuerza creativa del hombre generador de belleza sensibilidad y amor.
Yo le escuchaba un tanto emocionado, habían sido muchas horas que habíamos compartido de ilusiones y camaradería.
– ¡Tienes que hacerme tú los decorados!, tienes plena libertad dentro del contenido de la obra, quiero algo vivo que despierte emoción y fuerza al espectador y se sienta una parte activa en el dinamismo de la obra.
–No creo que pueda, cuando me licencien me marcho a Madrid para seguir mi ideal artístico.
–Mejor, allí tengo casa. Cuando acabe la gira por provincias vuelvo a Madrid.
Torcal hablaba y hablaba, a la vez con su potente voz mantenía notas que me oprimían el corazón  en aquella noche de verano. Era un amante de la ópera y torcal lo sabía…
–Va a ser representada en teatros internacionales, por esto, quiero que la escenografía se ajuste al teatro más pequeño, que pueda ser ampliada a los teatros más grandes. Me gustaría que vinieras conmigo a Estados Unidos, en donde será representada la obra.
–Eso no puede ser, de momento. Ya te indiqué que al acabar el servicio militar me marcho a Madrid, quiero continuar con mis estudios de arte, preparar obra para la bienal del próximo año.
–En Madrid hablaremos y continuaremos con los proyectos de la ópera, –indicó Torcal–. Ahora tengo que marchar me esperan en el teatro.
–Yo también, tengo que ir al cuartel, –le indique, me daba cuenta que mi amigo estaba viviendo en un estado ilusorio con su nuevo amor, y con la ópera.
Nos levantamos de la roca en donde nos habíamos sentado unos momentos antes, ya con la penumbra de la noche subimos hasta llegar a la explanada en donde estaba el faro. Era un gran torreón construido por los romanos en piedra de granito. Tenía relieves columnas y capiteles labrados con magistral maestría por los artesanos de la época que materializaban las glorias del poder romano. En lo alto del torreón estaba el faro con su potente luz, con sus intermitencias proyectadas sobre el mar.
– ¡Quiero esto!, poder fuerza y belleza, –indicó Torcal a la vez que detenía el paso. Ya de espaldas al faro y camino de la ciudad, envuelto por la emoción y caminando por las sombras de la noche.
–Ya llegamos a mi actual aposento, –le indiqué, frente a un edificio de tres plantas y de manera automática nos paramos.
–Torcal seguía hablando de la escenografía e iluminación de la ópera, –te traeré los proyectos y el presupuesto que me han hecho, para que lo estudies.
–Ya te indiqué que tengo mis propios proyectos y espero la licencia para ponerlos en marcha.
– ¡Te traeré los proyectos!, me volvía a indicar a la vez que me daba la mano. Surgió un silencio, seguido de una amplia sonrisa y Torcal siguió su camino.
Por unos momentos me quedé inmóvil, rígido, de manera mecánica entré en el cuartel, donde el centinela con el mosquetón en postura de descanso hacia su servicio de guardia.  


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