domingo, 28 de noviembre de 2010

AGUA DE MI FUENTE

               Esta vivencia del año 1.955 en, los caminos de la vida, que había quedado arrinconada en las viejas carpetas de cartón cuando se estaba muy lejos  del nacimiento del ordenador. Se la dedico  a una persona en particular. Y, en general, a todo corazón que sufre y debe limpiar su dolor en el agua depuradora de la vida. Manantial vivo y transformador de las impurezas de nuestro más profundo sentir.

                      Agua de mi fuente.


                                                      4

Los días iban pasando en continuada inquietud en mi espera por la ansiada licencia para continuar con mi labor artística ya liberado de la obligación militar. Mientras, extraños acontecimientos me llenaban de confusión alterando mis nervios que me arrastraban hacía senderos por los cuales no deseaba andar, dada mi lucha de ideales dentro de la expresión artística.
Aquella calurosa tarde estaba esculpiendo un alto relieve en una roca en donde tenía mi estudio al aire libre y al retirarme para ver el conjunto vi a lo lejos la silueta de Torcal que se acercaba con los folios sobre los proyectos de la ópera debajo del brazo.
Sin hacer comentarios se subió encima de una roca –la más alta–, durante unos momentos estuvo mirando a su alrededor para tomar ambiente y empezó a cantar la romanza final para tenor. Una hermosa canción de amor, en la cual, la princesa era liberada del dominio de los piratas. Después de una sangrienta lucha en un mar embravecido y un anochecer tormentoso  con descarga eléctrica, todo ello dentro  un ambiente de fuerte tensión.
 Sentado en la roca y al lado de aquél relieve que estaba esculpiendo le escuchaba en silencio, siempre me había impresionado su potente voz, y más, en aquel atardecer llena de contenido en que me encontraba decaído y triste.
–Quiero tener en el escenario este ambiente, –indicó Torcal de manera impulsiva–. Quiero mantener al público con el corazón oprimido y que reviente en aplausos. El decorado de una noche tormentosa, con luna llena salpicando ráfagas de oro sobre las olas.
–Al final, a la luz de la luna la princesa cantará a dúo con el tenor una hermosa canción de amor. Con un fondo musical de cuerda, fundiéndose en un abrazo los amantes, oscurece. En medio de aquél ambiente de nostalgias  se baja el telón...
–Sí, puede ser muy interesante, –le indiqué de una manera un tanto confusa, algo me sonaba mal en mi interior–. ¿Parece que va a haber cambios?
–Sí, y fuertes, –indicó Torcal con un gesto de contrariedad.
Se había enamorado locamente de Candi y quería que tuviese un papel en la obra, para ello, tenía que hacer cambios. Candi tenía que ser una princesa judía que había sido secuestrada en un lejano país oriental por unos piratas que iban a pedir un rescate por ella.
–Quiero suavizar la dura lucha  que se va a desarrollar en el mar con la voz dulce y tierna de la princesa enamorada, en donde la esperaba un príncipe para convertirla en reina.
–La princesa debe permanecer en un gesto lleno de candor, superando aquella situación del secuestro con el pensamiento y la esperanza  de vivir intensamente aquel reinado de amor.
¿Parece que va a haber cambios en la obra? –le pregunté, había cerrado los ojos para meditar y pude ver una fuerte contrariedad que se debatía en su corazón.
–Sí, ¡y fuertes! –Indicó envuelto en cierto nerviosismo.
–Con las ideas más claras y de manera ya concreta hablé con Candi, –tienes que hacer este papel en la ópera. Ya hablé con el representante que se cuida de los teatros, de momento, ya hay varios teatros interesados en la representación. ¡Con este papel vas a ser famosa y ganar mucho dinero! Además podemos materializar este amor enloquecido  que siento por ti. Candi seguía en silencio, había bajado la cabeza y su largo y dorado pelo le tapaba la cara, estaba encantadora, pero alejada.
Esperaba con júbilo la respuesta de Candi, por el amor que sentía por ella, por la fama y dinero que iba a conseguir si representaba el papel de la princesa. – ¿Amor mío, que te pasa? –, le pregunté al ver en Candi aquél gesto de mal estar.
–Candi continuaba en un completo mutismo, cada vez su rostro se desencajaba más, tenía las manos en su cara sentí una reacción nerviosa y retiré las manos.
–Hubo una pausa y Torcal continuó con él comentario, –Candi levantó la cabeza y abrió sus dulces ojos y me miró fijamente, y me dijo. –No, no quiero tú amor, tampoco esa fama y dinero que me ofreces que lo único que haría en mi vida es hacerme sufrir. Tampoco cantaré en tu ópera, soy poetisa y le canto a la vida, a los animales, al aire y a las piedras. A los corazones humanos cuando están atrapados por la vejez el dolor o la pobreza. Mi voz y mis poemas no tienen precio, es como la luz del día o las sombras de la noche, una flor que se abre cada mañana con la luz de un nuevo sol. Le canto a la vida en mi deseo de dar esperanza y ser transmisora de esta sensibilidad  que proyecta mi alma.
La actitud de Candi rompía todos los proyectos de amor y gloria que Torcal le ofrecía. Le producía un fuerte dolor interior más por su orgullo herido que por sus sentimientos, su prestigio como tenor había hinchado su ego, se había convertido en un joven engreído.
Candi le había impresionado por su hermosura, también por su delicadeza y sensibilidad, la había conocido en un recital poético, donde mezclaba poesía y canto acompañada por el piano.
        ¿Parece que hay contrariedades? Le pregunté al ver la confusión de su mente y al hacer los relatos  entraba en unos estados nerviosos. Sabía que Torcal era un hombre luchador y práctico.
–Sí, no comprendo que Candi quiera cantar al viento, al desdichado y no rodearse de gente de dinero de la alta sociedad musical, –señaló con un gesto de contrariedad y tristeza.
–Yo no conozco físicamente a Candi, por lo que he leído en sus publicaciones es una chica sensible profunda y espiritual, vi publicado un poema sobre una escultura mía.
–Se ha enamorado tuya, –señaló Torcal con cierto sarcasmo.
–No la conozco, no es posible.
–Sí, lo es, me duele que sea mi mejor amigo que me quite la novia, –manifestó con un gesto de rabia mantenido.
– ¡Hay cambios!, –le pregunté a pesar que ya los intuía.
–La princesa va a ser Nina, es una soprano conocida y el triunfo será rotundo. 
– ¿Y Candi? – ¡no iba a...!
–Me  indicó que le devuelvas el troquel, lo necesita con urgencia para imprimir en la portada del libro “agua de mi fuente”
–Bien, lo haré mañana, –no comprendía nada, algo había cambiado en mi interior desde que había llegado el troquel a mis manos. Había sentido una sensación especial que despertaba emociones en mi sentir, además, me producía ansiedad.
A la mañana siguiente certificaba en correos el troquel, a la dirección que Torcal me había dado. Con ello, dejaba resuelto el problema de aquél pedazo de hierro que desconocía por la causa que había llegado a mis manos, pero que empezaba a intuir
Pasaban los días y no tuve más encuentros con Torcal, aquello me hacía sentir mal por la profunda amistad que nos unía. Sí, en mi interior surgían cambios que me confundían. Para dar voltaje a mi decaído ánimo y cuando el tiempo me lo permitía en lo limitado de mi libertad dada mi obligación militar iba a bellas artes a dibujar y modelar. También, a la tertulia de los jóvenes artistas en un reservado de un bar. Hablábamos de arte de filosofía espiritualidad y humanidades, se vivía un ambiente de camaradería con proyectos e ilusiones de futuro en una época que la guerra civil  había dejado mucha destrucción y grandes regueros de miseria y soledad. Los profesionales liberales habían tenido que marchar del país perseguidos por el régimen militar.
La juventud con el corazón abierto y el puño en alto se sentía obligada a trabajar en bien del progreso cultura y justicia social. Muchos compañeros ya habían pasado por los penales, éramos de una generación nacida alrededor de la guerra civil, en nuestra todavía adolescencia trabajábamos sin descanso  en bien de la libertad de pensamiento y liberación personal. La mayoría de los jóvenes éramos gente muy humilde, habíamos perdido familiares en la guerra y teníamos que trabajar duro para cubrir las necesidades materiales ayudar a las familias  y seguir con los estudios.
Las tertulias cada vez se alargaban más, había calor humano y camaradería. Los pintores exponían allí sus telas y los poetas le cantaban a la vida, se repartía lo poco que se tenía y pagaba el consumo el que tuviese dinero. Era gente humilde con riqueza interior. Acudían muchas chicas jóvenes a las tertulias, un nuevo movimiento feminista se abría en medio de aquella sociedad impositora y machista en los grupos estudiantiles, más liberales, las chicas empezaban a abrir caminos de liberación rompiendo las viejas tradiciones de una sociedad  caduca que necesitaba una remodelación. 
    

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