miércoles, 3 de noviembre de 2010

Nº 1. PALABRAS Y ACONTECIMIENTOS QUE DETERMINAN

                       Palabras y acontecimientos que determinan.
                                                  
                                                            Año 1.960
 
En Madrid a los pocos días de mi llegada tuvo una inesperada visita de un amigo escritor, compañero de lucha desde la niñez. Su situación económica y social había cambiado. Estaba en el ejército, se había graduado teniente en la escala de complemento universitario y estaba destinado en Menorca, en la capital.

–Te estaba esperando, quería hablar contigo, estoy en el ejército,  –me indicó mi amigo.
     ¿Cómo te encuentras?
–Muy bien, no me gusta el ejército pero tengo la oportunidad para trabajar y seguir estudiando, acabar filosofía y letras.
–Me alegra verte así, bien…
–Ya me enteré de tus andanzas. ¡Corren las voces!
–Sí,  estuve viviendo en Paris una temporada.
–        ¿Qué proyectos tienes para el verano?
–De momento vuelvo a Francia, allí tengo cosas pendientes. Luego  pienso  ir a  Londres, para trabajar y mejorar el inglés con la idea de preparar una exposición para Nueva York. Para el otoño o la primavera próxima.
–Ven a las Baleares una temporada a trabajar, allí hablaremos sobre nuestros proyectos. Alquilaremos un sitio tranquilo para vivir y trabajar.
–Ya veremos, también tengo problemas en mi casa, y fuertes, –le indiqué.
–Bueno, estaremos en contacto por carta. Yo marcho para las Baleares dentro unos días.

Nos abrazamos después de tomar juntos unas copas. La situación de mi amigo había cambiado en su totalidad, estaba optimista y lleno de proyectos. Con una economía estabilizada que le daba su graduación de teniente, se sentía estable, podía escribir y ampliar estudios.

Me sentía mal en Madrid y a adelanté el viaje a Francia. En Paris fui a visitar a Putin que se había quedado con mi estudio. Las cosas le habían mejorado, había encontrado trabajo estable con los anticuarios en la restauración de iconos, su hija que tenía mi edad había ido a vivir a Paris con su padre.

–Te tengo que presentar a mi hija, –me dijo–. No está de acuerdo con el socialismo que se ha implantado en mi país.
–      ¡Hola! ¿Qué estas de paso? –le dije  esbozando una sonrisa con cierta ironía.
–No, temporalmente me quedo aquí, –señaló, a la vez que me daba un beso muy cariñoso.
– ¿Qué te dedicas al arte?
–No, me interesa la investigación. Estudié medicina y conseguí una plaza en un laboratorio.
Deje resbalar la vista  para ver los cambios que había en el estudio. A la vez repasar la obra que había dejado recogida. 
– ¿Quieres volver a tu estudio? –me preguntó Putin con un gesto de agradecimiento.
–No, mi destino es Londres, para perfeccionar el inglés y preparar obra para una exposición en Nueva York.

Durante los días de mi instancia en Paris, compartí muchas horas con Putin y con su hija que era hermosa y culta. Fría en sus emociones, opuesta a su padre en su alta sensibilidad.
Duro poco mi instancia  en Paris, estaba en un estado de inquietud que me daba poco sosiego  y estabilidad. Me desplacé a Estocolmo y allí compartí vivencias con un amigo pintor que me esperaba. Fueron días intensos en la labor artística.

Ya de regreso, estuve en Alemania y visité otros países  del entorno. Pronto me desplacé a Londres para seguir con mis proyectos. Algo muy fuerte había cambiado en mi interior, no tenía calma y regresé a Madrid. Mi decaimiento y desencanto iba en aumento, para reponerme decidí adelantar mi viaje a las islas baleares, aquella misma noche cogía un tren a Barcelona.

En Barcelona, al atardecer cogía  un barco  que me llevaría a Menorca en donde estaba mi viejo amigo. Era de madrugada cuando llegamos al puerto de Mahón. Allí me esperaba ya con proyectos para los dos.

– ¡Te puedes quedar en la residencia de oficiales, de momento!
–No, buscaré mientras un hotel.
–Ya tengo varias cosas apalabradas que tienes que ver.

Me instalé en un hotel sencillo que estaba en un sito tranquilo mientras no alquilábamos el apartamento. Había llevado para pintar y mientras no tenía un estudio salía al campo para hacerlo.

Allí conocí artistas jóvenes con los que tuvo acogida y  buen entendimiento.  El nivel social de mi amigo había cambiado, era oficial del ejército con 27 años, se rodeaba con chicas  cultas, de carrera, la clase alta de la isla. Se reunían en el ateneo los intelectuales donde se celebraban exposiciones y actos culturales.
Pronto encontramos lo que buscábamos,  –mejor de lo esperado–. Un pequeño chalet amueblado en la parte alta de la playa a su alrededor no había más casas. Era un sitio privilegiado. Mi amigo dejó la residencia de oficiales y se fue a vivir a la nueva casa.

Enseguida, libremente empecé a proyectar bocetos. Eran días intensos  que se trabajaba y disfrutaba de la naturaleza lejos del bullicio de las grandes ciudades. Entré en el círculo de las amistades de mi amigo –lo más selecto de la isla– chicas que cursaban estudios en Madrid o Barcelona.

Tenía  27 años, me había dejado barba para no tenerme que afeitar, era abandonado para mis cosas personales, pensaba que así pasaría  más desapercibido en la isla. Pareciéndome uno más de aquellos forasteros que por una causa o por otra estaban en la isla. 

Era un atardecer muy caluroso estaba sólo y sentía en mi interior cierta carga de nostalgia  y tristeza al pensar en la situación que se estaba viviendo en mi casa, y yo tan lejos.

Bajé a la playa y continué hasta la ciudad. En el puerto había barcos extranjeros y marineros que hablaban otras lenguas que me eran familiares y las comprendía.

En un bar del puerto entré y tomé una copa, era un ambiente sórdido, el mismo  que había encontrado en otras ciudades y países. El vicio parecía  tener un denominador común en todas partes, por lo menos en los lugares en donde había estado.  Siempre me había gustado visitar los barrios bajos de las ciudades en lo relacionado con el mar. Surgían en mi interior como lejanos recuerdos que me hablaban de viejas vivencias. Además encontraba mucha documentación para mi trabajo artístico. En aquellos ambientes la gente era más directa, sincera, había menos hipocresía, la realidad del mar era dura y no se prestaba para florituras. Si había dinero había alcohol  y sexo. Era la ley de la calle la norma que imponía la vida. Era gente marginada por la condición humana que yo sintonizaba con ella y pretendía comprender para darle forma en mi obra artística, y con ello elevar mi protesta.

En la calle o en las casas de vicio cuando algo me interesaba sacaba la libreta y hacía unos apuntes, en aquél bar no me gustaba el ambiente y me marché.

Un poco sin rumbo fijo caminaba por aquellas calles hasta que vi otro local de donde salían unos marineros todos eufóricos. Uno llevaba en la mano una botella, otro cantaba en ingles –eran americanos–, aquél local estaba más cerrado se dejaba ver que era un lugar de prostitución barata.

Entré, pedí una copa y me senté en un lugar retirado para tomarla. Giró la cabeza y veo en otro rincón un hombre que besaba a una mujer de manera obscena, la mujer estaba media desnuda y sus gruesos pechos le salían por encima del sujetador. Aquello  me produjo cierta repulsa y pensó en acabar mi copa y marchar.

Había mucho ruido y voceríos, una mujer le hablaba al oído a otra y dirigían la mirada hacía mí. Bajaron el volumen de la música y con ello el vocerío disminuyó. Se acercaron aquellas dos mujeres. Una  se quedó un poco retirada, la más alta se acercó a la vez que se abrochaba  el vestido que llevaba abierto enseñando pechos y piernas.
Meditaba sin comprender el recato de aquella mujer en aquél sórdido lugar. Tampoco comprendía en la forma mística que me miraba, casi de adoración.

– ¡Todo está fuera de lugar! –pensaba.  
–Lo he reconocido en su poder y quisiera hablar con usted, si me lo permite, –me dijo la mujer.
– ¡Conmigo! –pensé que me había visto por las calles o por el puerto dibujando y de eso me conocía– ¡Bueno! –le indicó con un gesto de extrañeza.

La mujer se había puesto nerviosa y su cara se entristeció y de sus ojos salieron unas lágrimas que intentaba retener.
–Tiene la bondad de acompañarme, –me dijo a la vez que con la cabeza hacía un gesto como indicando el lugar.

Sin comprender nada hice un gesto de aceptación y la seguí. Entramos en una habitación que estaba detrás del mostrador, allí había un viejo sofá, unas butacas y unas sillas. En la pared ropa de mujer colgada. Fotografías de artistas de cine que estaban en moda en aquellos momentos. Una bombilla colgada en el techo que daba un poco más de luz en la habitación  de la que había en el local.

Entraron dos mujeres más y cerraron la puerta, se sentaron en un rincón sin hacer ruido. La mujer que me había hablado en un principio se había sentado en el diván. Se puso a llorar, trataba de contener el llanto y no podía, cada vez su desconsuelo interior era mayor.

Sentí  en mi interior una extraña sensación entre ternura y amor hacía aquella mujer, poco habitual en esa clase de mujeres endurecidas por las circunstancias de la vida y con pocos escrúpulos en la mayoría de los casos.

–  ¡Va usted acompañado! –me dijo la mujer  que se había levantado del asiento.
Era alta y morena, tendría 25 años. Físicamente se la veía bien formada, volvía a entristecerse y llorar.

Yo estaba en suspense y no comprendía nada, miré a mí alrededor y no vi a nadie.

–  ¡Tengo mucha fe en usted! –señaló la mujer atrapada por el llanto.
Empecé a comprender, ¡me han confundido con un curandero...! –pensé.
–Tengo una compañera que se encuentra muy mal y los médicos no le dan confianza, tiene una enfermedad incurable. ¡Sé que usted puede curarla! –señaló la mujer llorando de manera desconsolada. En un gesto entre dolor y esperanza me abrazó fuertemente  apoyando la cabeza en mi hombro y llorando desconsoladamente me indicó.
 –Quiero mucho a mi amiga y sé que usted puede curarla, vaya a visitarla, está cerca de aquí.
Yo estaba totalmente confuso, no tenía palabras…
Surgió una pausa con un poco más de serenidad y la mujer me indica, –puede tener sexualidad conmigo, si lo desea y pasar la noche. No tendrá que pagar nada, –indicó la buena mujer llorando.

–No sabía cómo salir de aquella situación tan inesperada y cargada de emotividad. Cuando la mujer estaba un poco más serena le dijo, –yo no soy ese hombre que piensan y no las puedo ayudar, pues no tengo ningún poder. Soy escultor y he venido a la isla a descansar. ¡Como era cierto!

La mujer se separó y cerró los ojos, de ellos salieron unas gruesas lágrimas. Se sentó en el viejo diván y ocultó su cara entre sus manos, bajó la cabeza y por entre sus manos resbalaban unas gruesas lágrimas.

Hubo unos momentos de fuerte tensión en aquélla sala, un frío que cortaba  me  produjo un fuerte dolor.

Ya no hubo ningún suspiro más en aquella mujer, sí una fuerte crispación que la llevó a clavarse las uñas en la cara hasta soltar sangre.

Entré en una profunda meditación, un frío estremecedor cortaba mi corazón como un afilado bisturí. Era tan grande la  fe de aquella mujer y su total convencimiento que la verdad que le había indicado no le había servido para nada. Pero aquello era algo que no estaba a mi alcance. ¡No podía visitar a una mujer moribunda cuando bien sabía que no tenía ninguna solución para ella, tampoco disponía de ningún poder espiritual! 

No dije nada, sintiéndome  muy mal baje la cabeza y di la vuelta hacía la puerta. Ya no hubo más comentarios, ninguna palabra más. Las dos chicas que habían permanecido en silencio, en un rincón, se levantaron y me acompañaron  hasta el centro del local.

La copa que había pedido la tenía casi entera. Quise pagarla y no me la quisieron cobrar. Me marché de allí con la cabeza baja y el corazón oprimido.
Sin rumbo fijo fui deambulando por las calles, de los locales salía ruidos y voceríos. Me llamó la atención un hombre sentado en el suelo cantando una hermosa canción de amor, en italiano. Aquello me hizo recordar al viejo amigo Torcal que se la había sentido cantar muchas veces. Me arrimé a una pared y estuvo escuchando.

El hombre levantó la cabeza y me miró, a la vez elevó el tono de  voz. Era una potente voz de tenor.
– ¡Es hermosa la canción! –le dijo cuando el hombre dejó de cantar. ¡Tiene una hermosa voz de tenor, además  cultivada!
El hombre se levantó del suelo en un gesto de acercamiento, a la vez que su mirada se dirigía a la mía.
–      ¿Es italiano? –le pregunto, por su timbre de voz.
–Sí, pero hablo español, estudie canto en el conservatorio de Madrid.
– Comprendí que estaba frente a un hombre culto y sensible que el infortunio de la vida le había dado una enseñanza, y le dijo. – ¡Parece que no ha tenido mucha suerte con su hermosa voz!
–En un principio sí, en nuestra profesión hay muchas envidias y favoritismos. Fui primer tenor en una compañía de ópera.
–  ¿Conoce a Torcal? –le pregunté después de una  profunda reflexión.
–   ¡Torcal...! ¿Lo conoce usted?
–Sí, somos amigos, soy un amante de la ópera, –le indiqué
–  ¡Es un traidor!
–   ¿Por qué?
–Fue con mentiras al empresario y pusieron a él en mi puesto.
–  ¡Me cuesta creerlo! –le indiqué.
–La fama y el prestigio está llena de mentiras cuando no de traiciones, –dijo el hombre con indiferencia…
–      ¡Qué me va a contar a mí! –Le indiqué esbozando una sonrisa– Vengo  de Londres, vine a la isla a pasar unos meses de relajación para serenar mis nervios frente a la fuerte presión que produce el mercado del arte.
– ¿Pintor?
–No, escultor.
–El hombre esbozó una sonrisa y me miró a los ojos, –yo estorbaba, me fueron quitando de los repartos. Para alejarme me ofrecieron un trabajo en un trasatlántico de lujo para millonarios. En él se hacía una representación de ópera cada noche. Con esto recorrí el mundo, surgieron cambios y suprimieron las representaciones de ópera y me ofrecieron otro trabajo de animador de orquesta.
–      ¿Y se quedó en el barco?
–Sí, tuve problemas. Luego  tuve un accidente  me rompí una pierna, entré en un círculo de negatividad y... 
– ¿Y ahora que hace?
–Trabajo en aquél mercante, –a la vez señalaba con la mano hacía el barco– mañana marchamos.
– ¿Qué trabajo Tiene?
–En mantenimiento.

Me despedí de aquél hombre. El encuentro me ayudó a liberar la conciencia de la carga que me había producido la experiencia vivida con aquellas mujeres.

Cogí el camino del puerto, luego el sendero que iba a la playa, subí por las rocas hasta llegar a la vivienda estudio.

No entré en la vivienda subí por unas rocas que había en la parte de atrás de la casa y llegue a la terraza. Una amplia terraza que ocupaba toda la construcción y que recogía el agua de la lluvia. Era un lugar seco y escaseaba el agua y había que recogerla.

Confuso, me senté en un rincón de la terraza, dejé resbalar la vista hacía la lejanía, la visión  retornó al puerto atraído por los reflejos de las luces que producían las barcas ancladas. Un extraordinario efecto de color que ya había pintado varias veces aquella panorámica que por las noches me producía una alta vibración que me arrastraba a lejanas emociones que había vivido en el acantilado, donde había tenido el estudio al aire libre. 
 
A pesar de las altas temperaturas un frío desconsolador corría por todo mí ser, me acurruque en el estrecho espacio existente que había entre la chimenea y la pared de la terraza y me recogí todo lo que pudo para reducir masa. Deseaba no existir, no ser. Unos lastimeros gemidos me arrastró a un profundo llanto. Con los brazos sujetaba las piernas  contra el pecho para controlar toda reacción nerviosa dada la fuerte presión física que había en mi interior, surgieron unos ahogos que me impedía él respirar y fui perdiendo conciencia. Así, sin pensar, sin sentir y sin saber él ¡porqué! Quedé atrapado por una especie de letargo o trance.

Las luces de un nuevo día me sacaron de aquella situación. Sentí una fuerte reacción nerviosa, convulsiva. Calor en todo mi ser y una voz que sonaba con fuerza en mi interior.

–   ¡Este es el nuevo amanecer de tu vida que te marcará el sendero a seguir, el de la mediúmnidad! –Indicó aquella voz–. Aquella buena mujer había sabido ver en tu interior la fuerza espiritual para curar a su amiga. Si la hubieses visitado se hubiese serenado y encontrado consuelo.
– ¡Ya no tengo ningún poder, y...!
Frente a tu ceguera espiritual tendrás pruebas muy dura que te obligaran a dar salida a esa energía, y sin pensar, abrir puertas a la clarividencia y al trance. En esos momentos yo estaré a tu lado, –indicó aquella voz.
– ¡Cómo!
–Tu momento ha llegado, los cambios serán operantes.
– ¡Gloria! –indiqué atrapado por un fuerte desconsuelo.

Un estado de fuerte tensión nerviosa se apoderó de todo mí ser. Mi conciencia racionalista no canalizaba y me costaba comprender la situación en que me encontraba    –tampoco lo deseaba– iba detrás de las glorias terrenas que me podían dar los hombres.

Como ser racional y consciente no lo quería comprender. Ya mi espíritu manifestaba aquellas enseñanzas poniéndome por delante de mi racionalismo un camino que inevitablemente tenía que seguir –ya al precio del dolor– del contrario sería arrastrado despiadadamente.

Sentía  a Gloria, tenía una fe ciega en ella, todas las indicaciones que me había hecho se habían materializado. Me hablaba de un amor intemporal, fruto de un proceso y de un trabajo interior a través de un aprendizaje terrestre y de las reencarnaciones. Gloría había sido un amor de mi adolescencia, Había desencarnado en plena juventud.

Todo se tambaleaba en mí interior  en aquella encrucijada de los sentidos que me obligaba a coger un camino que  conscientemente no quería emprender. 

                                               Unos días después

Durante unos días me sentí  mal, confuso, mi estado me  llevó a mantener cierto aislamiento con mi amigo y con la gente que en aquellos momentos mantenía cierta relación, –esto  se desenvolvía en Agosto del año 1.960–.

Pasé unos días atrapado por un profundo mutismo y aquella mañana en solitario salía a pintar al campo. Ya nada era como antes, sentía un desasosiego y no tenía calma para pintar. La naturaleza, la propia belleza artística que tantas tardes de gloria me había dado me hastiaba y tuvo que dejar de pintar.

Las palabras de Gloria y lo sucedido con aquellas mujeres me presionaban muy fuerte, por más que me hacía preguntas  no tenía respuestas. ¡Habían visto aquellas mujeres marginadas por la sociedad  en mí el suficiente poder para curar a la amiga enferma!

Meditaba  atrapado en una fuerte confusión, situado en el pedestal en el que se encontraba mi ego pisando el mundo físico a grandes zancadas –pensando– que en mis manos y en mi mente en mi fuerza creadora estaba el fiel de la balanza. El orden regulador de mi propio desarrollo y destino. ¡Vaya mezquindades las humanas!

–Y las palabras de Gloria, – ¡Sí hubieses ido se hubiese sentido confortada, tendrás pruebas muy duras que te arrastrarán!  La confusión cada vez era mayor. Atrapado por mis meditaciones regresé a la casa estudio.

– ¡No has pasado por el ateneo! –me indicó mi amigo al llegar.
–No, he salido a pintar.
– ¿Qué has hecho?
–Nada, me cuesta pintar.
–Veo que hace unos días que hay algo que te está torturando.
–No, nada, estoy un poco decaído, –le indique sin querer entrar en comentarios sobre mi situación que tampoco iba a comprender ni sabía cómo interpretarla.
–Ya lleva días que Elena me está preguntado por ti.
–Mañana iré, –le indique para cortar aquél comentario que no deseaba tener.

La mañana siguiente era calurosa, igual que todos los días de aquél tórrido verano. En el ateneo era el lugar de costumbre en donde se reunía la flor de la isla. La juventud más revolucionaria. En general estudiantes que cursaban sus estudios en la península. Era el brazo fuerte y esperanzador de una juventud luchadora que buscaba la libertad y la libre expresión, era una lucha continuada y frontal contra la dictadura.

Yo meditaba en silencio alejado de aquella muchachada, de sus alegrías proyectos y esperanzas. Sin comprender aquella situación en la cual me encontraba involucrado. Tampoco las indicaciones de Gloria que me hacía llegar desde el lugar en que se encontraba con indicaciones sobre acontecimientos futuros que me hacían cambiar el rumbo de mi vida y mi manera de sentir y pensar.

No podía comprender que la simiente de mi mediúmnidad ya había sido sembrada desde mucho tiempo atrás. Tal vez desde vidas anteriores, –según las indicaciones de Pepe, el hermano de Gloria que era psiquiatra. En aquellos momentos se encontraba en Estados Unidos en un centro de investigación parapsicológica–. Mi conciencia humana y temporal no me permitía comprender que las ambiciones humanas eran lo más negativo para la evolución y desarrollo interior que se iba a imponer en mi vida.

Siempre que surgen emociones surgen los apegos, los apetitos, los deseos, las pasiones que llenan de nervios de inquietud y ansiedad. Y, con el tiempo deja en el interior del corazón el amargo sabor de la derrota, –me indicaba mi amigo Pepe–. ¡Tienes que desarrollarte como médium!

Otros acontecimientos iban surgiendo que cada vez más estaban haciendo cambiar el rumbo de mi vida. Eran como velos que al separarse se abrían caminos inesperados por los cuales tenía que circular mi vida sin las falsas glorias que se desarrollaban en mis emociones humanas.

Ya era el mes de Agosto y un extraño malestar se apoderaba de mi sentir, seguía inquieto y confuso, deseaba que finalizara aquél mes para seguir mi camino. Volver a Londres y seguir con la preparación de la exposición de Nueva York, que ya llevaba tiempo en ello.

Aquella noche no había podido dormir, no tenía calma. Un estado de fuerte ansiedad me atrapaba. Por la mañana recibo un telegrama de mi casa materna. Un calambrazo sacudió muy fuerte mi ser, un frío de muerte atravesó mi alma, al cogerlo en las manos un fuerte impulso me llevo a apretar con fuerza los dientes y mis ojos se llenaron de lágrimas.

–Cejo ya se ha liberado de la materia, –una voz dulce me hablaba al oído.
–Había cerrado los ojos y los abrí, en mis manos tenía aquél telegrama que ya no me producía escalofríos, me daba calor y sosiego.
–Lo abrí, ya indiferente.
–Cejo ha muerto, Jaime.

Me senté para meditar y eleve un pensamiento de amor, pedí que encontrase el sendero apropiado. Tenía 24 años y una vida material sin vivir. Había nacido enfermo, un año atrás había tenido una embolia y permaneció algún tiempo en estado comatoso y cuando salió de aquél estado estaba atrapado por un fuerte estado de amnesia. Había perdido en su totalidad la memoria. Jaime con paciencia y cariño le había enseñado a conocer escribir y leer, pudo volver al trabajo a la gestoría. Desencarnó en un estado de total lucidez.

Aquél fallecimiento y las causas que le siguieron determinaban mi situación y el desarrollo de la mediúmnidad, algo que llevaba años rechazando y que cada vez se imponía con más fuerza en, los caminos de la vida.

Han pasado 50 años desde que se desenvolvieron estos acontecimientos, que hoy presento a los amigos lectores con inmenso cariño. Y, con el deseo que estas vivencias que presento se tenga en cuenta como personal, valorativa en el desarrollo de mi vida que me llevaron al desarrollo de la mediúmnidad. Una verdad que tanto rechace  en mis años mozos, y con el correr de los años fue el sendero que determinó  mi prueba humana  en mi misión terrestre.   14-Sep-10


                     La consulta con los espíritus.

Con los medios más rápidos que encontré volví a la casa materna. Cuando llegue ya habían pasado tres días, a Cejo ya le habían dado sepultura.

Empezaron a surgir fuertes conflictos en mi familia. También en mi personalidad y en mi cerebro un total desajuste que me  llevo a buscar en lo más alto del saber humano ayuda, consiguiendo un rotundo empeoramiento. Atrapado por un total desajuste volví a salir del país, pronto volví derrotado. Simplifico  para que sea valorada la ciencia celeste y no mi pobre ignorancia humana  unida a una prueba que tanto me costaba comprender al romper con mis glorias terrenas.
Mi deterioro iba en aumento, y siguiendo la misión de mi alma me llevó al encuentro con un médium, Amalia.  Me ofreció una consulta y uno de sus guías espirituales me atendió. En su vida física había sido sacerdote y médico naturista.
Me cogió las manos y su energía me quemaba, esbozó una sonrisa y me dice,           –Tienes que desarrollarte como Médium.
– ¡Cómo!
–Sí, esa es tu misión. Tienes mucha energía y tu misión humana es trasmisora. Al seguir así en menos de cinco años estarás en un psiquiátrico.
– ¡Eso no es posible!
–Sí, lo es,  será. Si no ahora será en otra materialidad. ¡Y será ahora!
Guardé silencio dentro de aquél desgarro que se producía en lo más profundo de mí ser..., y pensé. ¡Qué hago!
–De momento dejar de tomar toda la química que te recetaron los médicos materiales si no quieres destrozar tu cerebro, con ello, acelerar tu entrada en el manicomio.
Una sonrisa burlona hizo un estallido en mi interior, no estaba enfrente de los psiquiatras que podía leer en sus mentes y comprendía la confusión en que estaban
Mi desarrollo como médium fue largo y duro. El primer guía que se presentó fue mi maestro en la escultura. Se quedó como introductor. ¡En su recuerdo elevo un pensamiento de amor y gratitud!
“palabras y acontecimientos que determinan” llego al final de un camino, de un ciclo de mi vida. Era el año 1.960, por lo tanto yo tenía 27 años.


Ha pasado ya medio siglo, todavía hoy hay muchos acontecimientos que me cuestan situar en su debido lugar, que lo más imaginativo de la creación de la mente humana está muy lejos de comprender y asimilar los poderosos caminos del espíritu que determinan los senderos a seguir a través de los siglos. Digo siglos, pues, yo hube de haber desarrollado la mediúmnidad reencarnaciones atrás. Tuve que ser sacudido en la parte más profunda de mí ser carnal para que la venturosa ley determinara.

Gloria, el amor imposible, muerto en la tierra antes de vivir su esencia, iba a ser un manantial de ternura y comprensión desde el nivel en que se encuentra a lo largo de toda mi vida, fue un consuelo intemporal permanente, un apoyo incondicional en las largas noches de mi vida, apoyo espiritual en todo momento. En la parte material quedaba Candi, un amor intenso terrenal, torturado y torturante, duro, posesivo, atrapado por fuertes pruebas y cargas de existencias pasadas, descontentos y recelos que iba a atravesar mi vida durante medio siglo. Iba a ser otro punto determinante en mi desarrollo y destino. 

El inicio lo marcaba la muerte de cejo, de manera posesiva y torturante fue el camino que me llevó al encuentro con el médium que empezó mi desarrollo. Todo un bendito camino que hoy puedo ver con amor y gratitud que abrió inesperadas puertas en lo más profundo de mi sentir. Hoy bendigo mi mediúmnidad y elevo mi gratitud por la ayuda que me dan estos espíritus que me asiste que llenaron de contenido mi vida.
Hoy día 14 de septiembre de 2.010, deposito este comentario en “los caminos de la vida”, medio siglo después que se iniciara mi desarrollo. Que sirva de orientación para las nuevas generaciones en este proceso de la vida siempre continuador.
Manolo




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