martes, 24 de mayo de 2011

Viaje en el tiempo

Estamos en mayo de 2011, por lo tanto han pasado 55 años desde que escribí este relato “viaje en el tiempo” realidad mordiente que ha condicionado mi vida en un desarrollo confuso para mi conciencia humana que me ha tocado vivir a lo largo de mi andadura corporal.

Mi ofrenda con este escrito a…, que hubiese permanecido tapado por el polvo del tiempo en las viejas carpetas de cartón a favor de ese amor intemporal  que va saltando de la cuna a la tumba en nuestro aprendizaje en la vida corporal. Realidad viva de progreso que permanece  en el archivo del nuestra alma. Y, en momentos nos envuelve en confusiones y nostalgias, en otros, se materializa en una realidad material concreta que con mente humana tanto nos cuesta asimilar.  Pero, sí, determina acontecimientos que en muy pocos casos estamos preparados para asimilar. 19-may-11                             

                       
                   Viaje en el tiempo
  
                                        Vivencias. 2

                                                1

El tren entró en un túnel y ello dio un corte en mi mente, me había quedado en el pasillo al lado de mi maletín mirando ya en la lejanía la imagen petrificada de Gloria.

El vocerío de los contrabandistas me obligaron a salir del letargo en que me encontraba y a empujones entre en un apartamento para ocupar un asiento y no estorbar.  En los túneles la gente que traficaba con el contrabando lo pasaba de un vagón a otro al ser día el tren no llevaba luz y aprovechaban para mover la mercancía y protegerse de la guarda civil  que viajaba en los trenes pidiendo documentación y haciendo registros.

Ya acomodado cerré los ojos para descansar y  fui atrapado por un estado de quietud y sentí interiormente una profunda paz que me llevó a un extraño adormecimiento. En el interior de mi mente se manifestaba la presencia de Gloria relajada y sonriente que se manifestaba como si estuviera en el asiento de enfrente. “Siempre que estés triste estaré a tú lado y espiritualmente siempre seré tuya, sentirás mis manos sobre las tuyas, mi aliento, mi sentir y en todo ello mi amor, un amor que viene de muy lejos y continuará en el tiempo”, las palabras de Gloria sonaban vivas en mi interior.

Aquella manifestación de Gloria me llevó a una profunda meditación, mientras que en mi mente se iban manifestando vivencias de las últimas horas que había pasado con Gloria y los comentarios que me había hecho. Abrí los ojos para salir de aquél encantamiento en que había entrado y  enfrente mía no estaba Gloria, había un hombre mayor que había quedado dormido. 

Con aquél recuerdo de Gloria, fisión, sueño o realidad, fui atrapado por un decaimiento interior que me abatía y me  arrastraba al recogimiento de mi mente a pesar del mucho ruido que había en aquél viejo vagón del tren en donde se seguían manifestando vivencias de las últimas horas que había pasado a su lado.

Me sentía cansado, la cabeza me pesaba y me quedé adormecido. Por mi mente circulaban situaciones que desconocía pero me identificaba con ellas y me sentía en la escena del acontecimiento que me costaba asimilar. En un principio me sentí envuelto por una densa niebla que poco a poco se fue clareando, me  veía atrapado en otras vivencias con otras personas y en otras épocas.

“En pleno paganismo antes de la era cristiana, era en la época romana, me veía en un enfrentamiento por el sistema del imperio a través de determinadas normas. En aquellos tiempos trabajaba en el conocimiento de la filosofía, y me llamaba Ceferino, trabajaba a favor de la libertad de conocimiento y liberación de la conciencia para frenar la tiranía del poder. Comprendía que toda evolución tenía un precio un trabajo y un sufrimiento y el precio de la verdad siempre se pagaba con sangre inocente.

Después de un enfrentamiento dialéctico con el emperador, por los rumores que habían corrido por la ciudad culpándome de ciertos delitos me detuvieron sin pruebas.

–Retiraros de Ceferino, –le indicó el emperador a sus soldados.

– ¡Y tú, márchate de la ciudad! –Me indicó el emperador.

Estático, Ceferino se quedó frente al emperador, el cual se retiró seguido de su servidumbre y leales soldados para otros aposentos.

Ceferino dejó resbalar la vista por aquél impresionante salón. Sujeto por esbeltas columnas de mármol verde jaspeado. Sus capiteles eran de hermosa belleza con sus hojas de acanto labradas por diestras manos que trasmitían la continuidad y fuerza del arte Griego, conocimiento y técnica personal que se transmitía de maestro a discípulos.

También le llamó la atención el techo. Aquél artesonado labrado sobre finas maderas. Su altura sería la de tres hombres –pensaba Ceferino–, al fondo, al lado de una puerta con un dintel que hacía arco, en la parte superior había una guirnalda tallada en mármol con incrustaciones de bronce y piedras preciosas que producían destellos con la luz que penetraba por una ventana colocada en un lateral de la gran sala.

En la puerta había una gran estatua del emperador tallada en mármol gris plateado que daba la sensación de una túnica de fina tela. La cara y las manos eran de mármol rosa blanquecino. En las manos había símbolos que representaban el poder, en oro y con incrustaciones de piedras que producían reflejos. Aquella imponente estatua no le intimó a Ceferino, subió la vista para ver la cara del emperador, tenía un gesto seco y de poder. Y, en la cabeza una corona labrada en un fino metal.

Ceferino ya no quería contemplar nada más, se dio la vuelta para salir, de refilón en los laterales de los muros vio grandes vidrieras con símbolos relacionados con la justicia. Ya frente la puerta de salida dos soldados se adelantaron y abrieron las gruesas puertas fundidas en bronce para que saliese aquél libre pensador.

Dos pedestales con leones tallados en mármol abrían la salida a la calle con una escalinata de tres escalones, aquella salida daba a una plaza rodeada de edificios oficiales. En la plaza había una amplia multitud que insultaba al viejo pensador.

Aquella multitud exaltada le dio energía a Ceferino y empezó a hablar  a favor de los ciudadanos romanos. Sus palabras sonaban con un extraño eco que Ceferino desconocía. En aquella plaza solamente hablaban los oradores oficiales para imponer la ley sobre el pueblo. Leyes hechas para el control de la ciudadanía.

Fue tan fuerte la resonancia de las palabras en el corazón de algunos hombres  que lanzaron un “brindis” a aquél desconocido que no llevaba corona  se vestía como los demás hombres y sus palabras habrían caminos de esperanza y daban fuerza en los corazones, –hablaba de las leyes divinas de la  liberación a través de la caridad y el espíritu.

–Traidor, –le llamaron, otro grupo de hombres enfurecidos y en desacuerdo con sus ideas–. ¡A lincharlo!, –gritaron.

Ceferino permanecía estático, de su cuerpo salía como una atmosfera plateada. Cuando unos hombres estaban a unos metros de Ceferino una niña que no tendría más de diez años se puso delante. Era una niña delgada y morena  con una larga melena que le llegaba hasta la cintura, luego se enteró Ceferino que era judía, hija de esclavos y a su padre por desobediencia  civil le castigaron a la lucha en el circo siendo devorado por los leones, Ceferino quiso detener a la niña que se enganchó entre sus piernas mientras seguían los insultos, el clamor de la sangre, en algunos que habían vivido la experiencia del padre de la niña en el circo, gritaron.

– ¡A por él! –una voz movió la conciencia de las masas y le lanzaron palos y piedras. Ceferino con su cuerpo quiso proteger a la niña, una piedra negra de mármol cortante, tan negra como el alma del que la había tirado le dio en la frente de la niña, le descubrió el hueso, le sacó un ojo y le abrió la mejilla. Saliendo de aquella cabeza inocente y juvenil un reguero de sangre.

Ceferino la cogió en sus brazos  y la niña se agarró con las pocas fuerzas que le quedaban a aquél viejo y le besó. Ya no era una niña, era un ser que había padecido la dura prueba de la esclavitud.

Nadie se movió, un silencio estremecedor sonó en aquella plaza, algunas personas se marcharon, otras rodearon a Ceferino que con el cuerpo de la niña en sus brazos miraba al firmamento”.

En mi estado ya de semitrance algo me indicaba  que aquella niña era Gloria en aquellas vivencias de más de 2.000 años atrás, fueron surgiendo otras indicaciones que me iban situando la relación que  había tenido con Gloria en los senderos del tiempo.

Ruidos de maletas y movimiento de personas  unidos a un fuerte ruido producido por el frenado del tren me hizo salir de aquél adormecimiento en que me encontraba, abrí los ojos para tomar conciencia de situación y realidad, enfrente mía seguía aquél hombre mayor que estaba comiendo una fruta.

Levantó la cabeza para mirar por la ventanilla y pude ver que el tren entraba en la ciudad en donde ya llevaban tiempo que me esperaban para hacer una escultura que yo no deseaba hacer.

 Febrero 1.956. Manolo
         

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