viernes, 1 de abril de 2011

La despedida.

                           La despedida

                                                 20

      Con el cuartel detrás de mis espaldas sentí una fuerte sensación de libertad, hice unas respiraciones profundas para liberar negatividad y tensión que en los últimos meses se había depositado en mi interior, atravesé calles y una amplia avenida y pronto vi revolotear las gaviotas  a la vez que   sentía la brisa del mar.

Entré en un frondoso jardín siguiendo un camino que daba a una rotonda de gruesos árboles y espesos ramajes que convertía aquél lugar en un rincón de recogimiento. Había bancos en toda la rotonda, vegetación y setos. Sentí la presencia de Gloria y el corazón me dio un vuelco, debido a la zona de sombra y de vegetación física no la podía ver. Me sentí confundido y recordé a mi amigo Pepe los comentarios que me había hecho sobre la vista espiritual y la telepatía. Las distintas maneras de sentir sin la necesidad de la intervención de los sentidos corporales. Muchas de las cosas que me había indicado Pepe ya las estaba experimentando, comprendía que todo aquél desarrollo era normal para mí siempre lo había sentido y pensaba que todo aquello estaba en la realidad de los sentidos  corporales y de la consciencia.

Confuso, me acerqué  al lugar en donde había tenido la videncia. Allí estaba sentada Gloria –mi confusión aumentó–. Las manos las tenía en la cara y la cabeza agachada, me puse delante de Gloria y con la mano le levantó la cabeza, los ojos estaban llenos de agua. Al verme se levantó del banco y la expresión de su cara se trasformó en un gesto de una profunda bondad. Una desconocida y embriagadora emoción nos envolvió, confusos.  

–Yo pensé en preguntarle al verla llorando, – ¿qué te ha pasado? –no lo hice por no entrar en sus problemas personales.

–Lloraba de amor, –me indicó Gloria sonriente–. A mí no me importa lo que le pueda pasar a mí cuerpo mientras que en mi interior esté viva la llama renovadora del amor. Nos sentamos en aquél banco y  nos dimos cuenta que había otra manera de comunicarnos ajena  a la palabra y expresión corporal, más intima y profunda.

Ya Gloria no tenía la belleza y el misterio del día anterior antes de llegar su madre. Era como una bola de fuego enloquecedora dispuesta a arrasar y separar todo lo que le impidiese vivir su propia vida.

– ¿Te gusta el sitio? –le pregunté sin dejarle de mirar a los ojos.

–Sí, mucho.

Durante un largo rato permanecimos en silencio, ausentes. Envueltos por la pasividad que había en el entorno material en donde nos encontrábamos, como si tuviéramos miedo a romper con aquél desconocido encanto que era el eje y sostén de una profunda verdad interior.

–Ayer al marchar de tu casa  –le indiqué para romper el hielo– estuve deambulando por la ciudad, al anochecer me fui al faro, donde tengo mi estudio al aire libre y en una cueva que allí hay pasé la noche ya por la mañana en el cuartel recogí el papel que me autoriza para desplazarme mi maletín y vine en tu busca.

Gloria escuchaba en silencio  todos mis comentarios...

–En unos momentos pensé que tal vez tú no vendrías.

–Eso también lo pensé yo, yo siempre hubiese venido aunque fuese irreal el encuentro, para mí. En mi desarrollo interior sería tan real como lo es el día y la noche, es algo que despertó en mi interior un profundo y desconocido sentimiento de amor que enriquece mi vida, le da fuerzas  y estimula mi sentir que me convierte en un ser vivo con capacidad de amar sentir y elevarme por encima de todos los intereses y egoísmos humanos.

Yo escuchaba en silencio y sin querer romper aquél encanto, aquella manifestación de amor.

–Ya nada me detendrá en la conservación de mi amor, de mi espíritu, ahora que empiezo a poder beber de mi propio manantial interior, de un agua limpia que todavía no ha sido prostituida por las pasiones y los deseos humanos. ¡Tú has sido el que ha encendido ese fuego embriagador en mi interior hace unos años!

– ¡Yo...! –manifesté confuso.

Surgió un silencio y a Gloria se le humedecieron los ojos, estaba lleno de extrañeza por sus palabras, confuso señalé dentro de cierta curiosidad, – ¿con migo?

–Sí, –indicó Gloria, afirmativamente–. Dos años atrás  estuve viendo una exposición de pintura y escultura, había una escultura de una mujer joven muy espiritual y en las manos llevaba unas flores. Era en madera policromada; desde aquél momento comprendí la verdad de mis sentimientos y me consagré a mí misma. ¡Si no podía vivir ese amor interior mi virginidad iría conmigo a la tumba! Por ello, no soporto que nadie me toque, me visto mal, voy abandonada para que los chicos no se fijen en mí  –cambió la expresión de su cara–, todavía así he tenido dificultades. Sé que el amor está por encima de toda apariencia y surge como todo en la vida en el momento que tiene que surgir.

– ¿Entonces qué?  –indiqué un tanto confuso.

–Eres tú que me has visto de esa manera, es tu propio amor que me ha elevado al nivel máximo de tu propio sentir vitalizando mi realidad en un sentimiento común.

–Me cuesta asimilar esta realidad de semejanza, a pesar que mi vida está atrapada en esas redes.

–Por esto mi hermano Pepe dice que nos encontraremos y seremos felices cuando no tengamos apegos y se desarrolle la afinidad sobre los deseos.

–Algo había quedado pendiente en mi mente  sobre el comentario anterior de Gloría, me había dejado confuso y le preguntó, – ¿sabes que la escultura de piedra que ganó el primer premio también era mía?

–Sí, ya lo sé, señaló Gloria sonriente. Tengo las fotografías que se publicaron en la prensa en dónde estabas tú. También las criticas de arte que habían sido publicadas; Lo tengo en un álbum en donde están mis fotografías más intimas y también las de mi padre.

Sentí curiosidad  guardé silencio y dejé que continuara con su relato, mas motivada. Al mencionar a su padre sus ojos se le llenaron de lágrimas…

–En aquél tiempo de la exposición quise conocer al autor, yo era muy joven y con éste régimen hay mucha represión y los jóvenes estamos limitados. Más todavía cuando se trata de una niña de 15 años. ¡Con lo que había en mi familia! Luego tuve un seguimiento de las publicaciones y escuche las entrevistas que te hicieron en la radio. También tuve un seguimiento de las obras que has hecho en diversas ciudades. Cuando apareciste en casa con Pepe para mí era algo que no me lo podía creer. Comprendí que el verdadero amor existe y surge en su justo momento.

–Yo estaba sorprendido, le acaricie  la cara y la besé en los ojos que los tenía llenos de agua, cuando la sentí más serena le pregunté,
– ¿Qué ibas a decir de tu padre?

–Mi padre era un buen hombre –indicó Gloria mirándome con ternura–. Me quería mucho y me protegía, murió muy joven y su muerte me dejó en una profunda soledad.

– ¿Y Pepe? –le pregunté al ver que se iba entristeciendo.

–Gloria tuvo un largo silencio, y me indicó, –Pepe me quiere mucho y me comprende, me siento protegida con él en el ámbito humano. Pero sufro mucho, su profundidad analítica y científica me produce tensión, escudriña en mi interior y me siento a su lado como si hurgase por las partes más intimas y profundas de mi sentir, esto me produce crispación.

–Esbocé una sonrisa un tanto burlona y mirando a los ojos de Gloria le señalé, –A mí me pasa lo mismo con él, en momentos me siento mal a su lado. Sabe lo que quiere y parece tener todas las soluciones al alcance de sus manos–. No quería seguir hablando de mi amigo gracias a él conocía a Gloria y estaba viviendo aquél momento de sensibilidad y entrega y para cambiar el comentario le preguntó, – ¿Y tú madre?

–Gloria me miró a los ojos y palideció, su cara se crispó y empezó a llorar.

–Te comprendo, le indiqué.

–Más tarde te hablare de mi madre, si me dejas que pase el día a tu lado.

–Por la tarde, si lo deseas, te llevaré al acantilado donde tengo mis esculturas en piedra talladas en la roca viva.

Gloria que escuchaba con atención se le abrieron sus grandes ojos negros. Me abrazó  y me dio las gracias, –ya sabía de tu estudio,  he visto fotografías en un reportaje sobre un museo al aire libre –no dieron el nombre del autor–. Simplemente, dijeron. Es la obra de un artista joven, visionario y soñador.

–Desconozco ese reportaje.

–Es de hace unos meses.

El silencio para nosotros  era un buen medio de comunicación en aquella inesperada mañana llena de emociones. Fuimos a comer a un restaurante tranquilo que estaba en una plaza en donde había un pequeño jardín. Era un sitio alegre y juvenil en donde iban a comer estudiantes, mayormente. Gloria saludo a unos amigos que estudiaban con ella veterinaria y se alegraron de verla tan animada. Nos  sentamos en un sitio retirado, era la mesa que solía ocupar Gloria para estudiar. Tomamos un aperitivo con un poco de alcohol y a desgana comimos. A Gloria le costaba comer, estaba muy decaída y delgada.

–Como porque estoy contigo, me cuesta bajar la comida y tengo miedo a enfermar. Mi hermano siempre me está medicando, me molesta su paternalismo. ¡Si no hubiese sido por él no hubiese superado la muerte de mi padre! Por la tarde te hablaré de todo lo que pasé y pensé que nunca se lo contaría a nadie.

–Vamos a brindar por la vida, por la eternidad de la amistad y los sentimientos, –le indiqué sonriente.

–Sí, brindemos!

Llenos de emoción y atrapados por la tormenta de los sentimientos levantamos la copa, nos dimos un beso y tomamos un sorbo, cambiamos las copas y surgió un profundo silencio.

–Sonriente le señalé, –tiene razón tu hermano. Nuestro amor no es de este mundo y nuestra misión en esta materialidad es de expiación y dolor. Bendigo  este momento  por lo menos sé que existe el verdadero amor.

La cara de Gloria se recubrió como de una energía especial y  sus ojos centelleaban. Me pereció ver salir  unas emanaciones de color de su cabeza que cambiaban tono e intensidad. Volvía a recordar a Pepe en las explicaciones que me había dado sobre las emanaciones de energía que se definían en colores.

–Vamos al acantilado, quiero estar sola a tú lado materialmente, –indicó Gloria muy emotiva.

 Pagué la cuenta, cogí mi maletín y marchamos. Volvimos a pasear por el puerto y nos paramos  para ver trabajar a los estibadores que descargaban un mercante extranjero.

–Vamos a ver la puesta de sol, –le indiqué  cuando empezaba a oscurecer.

–Sí, vamos.

Continuamos ya sin parar hasta la zona del acantilado en donde tenía mis esculturas, nos sentamos sobre las rocas. El mar estaba revuelto, un fuerte oleaje empujaba con fuerza a las olas contra las rocas que reventaban produciendo una fuerte estampida, a la vez, la blanca espuma iluminada por los lejanos rayos del sol le daba un color dorado que al difuminarse en el intenso azul del mar producía un efecto cromático de indefinible belleza. 

En silencio contemplamos aquella puesta de sol, con un cielo enrojecido que aumentaba aquél fuego que nos quemaba por dentro.  Fue anocheciendo y el cielo azul se lleno de estrellas. Una luna llena con su dorada luz  salpicaba el mar y las rocas, así pasamos horas en silencio contemplando el mar y el firmamento.

–El frío del invierno se hacía sentir, la envolví con mis brazos y le dijo, –mira el cielo y los miles de planetas y estrellas que hay en el universo.

–Sí, mi vida, –indicó Gloria– empieza a refrescar y tengo frío.

–Te llevaré a tu casa que no te regañe tu madre.

–Gloria arrancó en llanto y me abrazó, –déjame pasar contigo esta noche, ya no abra otra en nuestras vidas. ¡Mi madre no me importa!

–¿Y Pepe? No estará preocupada por ti si no vas a casa por la noche.

–Él ya lo sabe, el mismo me dijo que pasara la noche contigo y viviésemos una noche de amor.

Yo ya me imaginaba todo aquello, había algo que me unía a Gloria y me fundía con su sentir.

–Marcharé mañana por la mañana  pasaremos la noche juntos  y lo recordaremos a lo largo de nuestras vidas. Gloria estaba deslumbrada con aquella su primera experiencia sentimental de su vida y por el entorno en que se desarrollaba.

–Vamos a la cueva, –le indiqué.

–Sí, vamos.

En la cueva encendimos una hoguera  con la leña que había quedado del día anterior. En un rincón nos acostamos sobre la paja, nos besamos.

–¡Hazme tuya! –me indicó Gloria a la vez que se destapaba sus pechos. Unos pequeños senos que acaricié con mis manos mientras que el fuego del deseo nos quemaba. Gloria me abrazó fuertemente y me dijo, –¡llévame contigo! Mañana  me voy contigo, me vas a necesitar –mientras me acariciaba  en completo frenesí.

–Me retiré un poco y le puso las manos en la cara, –¡no puede ser!, Pienso que voy a tener que estar   en un cuartel, al llegar allí me tengo que presentar en el gobierno militar. Presiento que se van a aprovechar que estoy haciendo el servicio militar para que haga la escultura gratis.

–Yo tengo dinero –indicó Gloria un poco crispada– puedo cubrir mis gastos, incluso ayudarte.

–No es posible –le señalé– cuando acabe la mili ya tengo planificado  marcharme a Madrid, luego a Paris. Para quedarme a vivir allí una temporada para ampliar estudios hacer exposiciones y triunfar.

–Gloria envuelta en un estado de cierta serenidad señaló, –¡tiene razón Pepe, nuestro amor de es de este mundo!

Mantuve un profundo silencio...

–¡Ya no nos volveremos a ver más  físicamente! Pero este momento me dará fuerzas para enfrentarme a todo en la vida material, –indicó Gloria llorando de manera enloquecida.

–¡Sí, nos volveremos a ver! –le indiqué envuelto en confusión.

–Haz con mi cuerpo y mi alma lo que desees y que se fundan nuestros destinos ya para siempre, amor mío.

Pasamos horas entregados en  aquél estado de locura y frenesí que nos llevó a vivir intensas y desconocidas emociones. Serenando aquél fuego que interiormente nos quemaba para devolvernos a un estado más relajado y racional frente a la realidad que tenía en aquél momento, y también, los diferentes caminos  que teníamos que seguir en el despuntar del nuevo día.

–Ahora te puedo hablar de mi madre y de mis problemas más profundos, –indicó Gloria envuelta en una dulce ternura–. Me siento fuerte  y ya no temo a nada. El amor es la llave del progreso y de la felicidad, –me cogió la mano–. Ahora me siento mejor  y te contaré las cosas que muerden en mi interior.

–Mi padre era juez de familia, y a mí me quería mucho, día a día él iba viendo que se acercaba el momento de su fallecimiento, su sufrimiento era grande sobre todo por mí.  Me llevaba con él a todas partes, me protegía y yo me sentía feliz a su lado. Yo no sabía lo que estaba pasando, veía que mi padre iba perdiendo fuerza y  vitalidad, él me lo ocultaba.

–¿Y Pepe?

–Estaba estudiando medicina fuera de la ciudad. Antes de morir mi padre hizo el testamento y a mí me dejó una gran fortuna que podía disponer de ella a los 18 años.

–¿Y Pepe lo sabía?

–Sí, me enteré que había hablado con él y le aconsejó que dejara todo a mi favor al ser la más desprotegida y con un futuro incierto.

–¡Y tú madre! ¿Qué le quedaba?

–Un vitalicio, mientras viviera podía ocupar la casa, no podía entrar otro hombre.

–Mi padre conocía las leyes y lo quiso dejar todo bien arreglado  antes de fallecer. Pertenecía a una familia de la nobleza de pensamiento republicano. Había sido senador por provincias en la republica en Madrid. Había luchado en la guerra por sus ideales y libertades.

–¿Qué pasó al finalizar la guerra?

–No quiso salir al exilio, era un luchador y hombre de leyes. Fue juzgado con otros compatriotas y la mayoría fueron condenados a pena de muerte. Mi padre tenía muchas influencias y le enviaron a un penal a trabajos forzados. Fueron pasando los días y la dictadura fue utilizando leyes aprobadas en la republica, mi padre era uno de los ponentes de aquellas leyes en el senado.

–Un día, un buen amigo de mi padre  en el pasado republicano y con el triunfo de los militares cambio de bando y apareció como gobernador civil. Fue al penal a visitar a mi padre, le llevaba unos papeles para que los firmase. Le conmutaban la condena si trabajaba como juez de familia. Le indicó que era un cargo civil  y nada tenía que ver con los militares y la política, que estaba relacionado con los derechos humanos y la reconstrucción de la familia. Para ello necesitaban un hombre de imagen que no fuese corrupto, pues querían maquillar situaciones de familia con relación a la situación internacional de refugiados y emigrantes.

–¡Lo pensaré! –le indicó mi padre.

–¿Tú te acuerdas de Todo?

–Sí, yo tenía 10 años cuando salió del penal.

–¿Cómo quedo la negociación?

–Tres días después daba la respuesta. Aceptaba el cargo si indultaban a unos compañeros que no tenían delitos de sangre, simplemente eran buenos republicanos.

–De acuerdo, tendrás que trabajar bajo mis órdenes, –le dijo el gobernador.

–Al salir del penal se fue a la casa en donde vivimos ahora que era de sus antepasados. La mayoría de los familiares y amigos se habían muerto, otros se habían marchado al exilio y él se sentía solo.

–¡Y tú madre! ¿Qué reacción hubo por su parte?

–Mala.

–¿Cómo la conoció?

–Era en la republica cuando conoció a mi madre. Era hermosa y muy joven cuando iniciaron las relaciones.

–¡Estoy embarazada! Le dijo un día a mi padre y se casaron–. Pasaron los años y ya mi padre volvía a ejercer de juez, a las manos de mi padre llegaron unos papeles que descubrieron una triste situación...

–¿Qué pasó?

–Mi madre mantenía relación con otro hombre a escondidas de mi padre. El hombre estaba metido en negocios sucios y de prostitución, mi padre al ser juez de familia le pusieron el caso encima la mesa.

–Me parece que la prostitución está legalizada  y las mujeres tienen revisiones mensuales, –le indiqué un tanto confuso.

–Sí, aquel hombre controlaba la prostitución clandestina, de alto lujo, a donde iba gente del ejército clero y millonarios. Indagando encontró a mi madre con una nueva personalidad “Celeste” se llamaba.

–¿Y se encontraron en el juzgado?

–Sí, hubo una redada policial y mi madre tuvo que ir al juzgado a declarar, allí se encontró con mi padre que la tenía que juzgar.

–¡Tuvo que ser duro!

–Mucho, desde aquél momento mi padre empezó a deprimirse, adelgazó y enfermó. Mi padre sabía que lo estaba envenenando, sabía todo lo que estaba pasando. Entonces, fue cuando redactó el testamento.

–¿Y Pepe conocía lo que estaba pasando en casa?

–Yo pienso que no, él estaba estudiando fuera de la ciudad.

–Venimos a depurar pruebas, como dice tú hermano, –le manifesté a la vez que la abrazaba y la apretaba fuerte contra mi pecho.

–Sí, pero hay cosas que quedan grabadas para siempre. Ya en los últimos tiempos mi padre ya no iba al juzgado, no salía de casa. Yo ya tenía 16 años.

–¿Tuvo que ser para ti muy duro?

–Yo estaba siempre a su lado, él luchaba para que yo no me diese cuenta de lo que estaba pasando. Unos días antes de su muerte me cogió entre sus brazos y me dijo, –Niña mía, por encima de las leyes humanas están las divinas y esas no se pueden burlar, se imponen por su propia fuerza. ¡Tienes que ser generosa con todos, y con tú madre!

–Por su cara débil y arrugada vi resbalar unas lágrimas que salían de sus apagados ojos. ¡Aquella era la primera vez en mi vida que vi llorar a mí padre! Todo aquello lo comprendí un año después de su muerte, ya era tarde. Murió dulcemente mis manos las tenía entre las suyas.

–¿No hubo autopsia?

–Mi hermano ya era médico, todos querían que se la hicieran. No lo permitió, mi padre le había pedido que no hubiese autopsia. Como era hombres de leyes mi padre dejo todo preparado  y siendo médico mi hermano tenía fuerza legal para evitarlo. Se hizo todo con relación a lo que él había dejado escrito. Desde aquél momento  cambió la situación en mi casa.

–¿Qué pasó con el testamento?

–Cuando se leyó el testamento  estalló la bomba. Yo era heredera universal y mi madre tenía un vitalicio si yo se lo permitía. En caso de enfermedad muerte o cualquier tipo de alteración física o psíquica yo debía ser tratada por determinados médicos.

–También dejó una carta cerrada en el juzgado que debía ser abierta en caso que se produjera mi muerte por las causas que fuese. Yo desconozco el contenido de la carta, mi madre sabe que existe. A partir de ahí empezó mi calvario, mi madre me internó en un colegio de monjas. Mi hermano intervino y me sacó, quedé bajo su responsabilidad. Mi padre había dejado todo preparado y por ello fue posible para mi hermano.

–¿Qué reacción tuvo tu madre?

–Se tuvo que poner a trabajar de maestra en un instituto y desarrollo hacía mí un odio destructivo, continuamente me trataba mal,  me maltrataba.

–¿Y tú hermano?

–Mi hermano había empezado con los estudios de psiquiatría, quería conocer un poco más la mente humana, comprendía que con la psiquiatría tampoco tenía las respuestas que deseaba. Empezó a preocuparse y estudiar parapsicología. Quería conocer al hombre y los comportamientos profundos de los humanos, que la ciencia clínica no podía resolver.

–¿Cuándo empezó a preocuparse por lo paranormal?

–A raíz de la muerte de mi padre. En buena medida se sentía culpable. Se endureció su carácter y se envolvió entre libros buscando razonamientos al comportamiento del humano. ¡Ahí empezó la psiquiatría!

–¡Tenéis un buen acercamiento! ¿Verdad?

–Sí, muy bueno. Siempre me dice que tengo que tener mucha piedad con mi madre, que es un ser muy débil perdida en los egoísmos humanos.

Surgió un profundo silencio. Gloria estaba completamente serena. Yo no quise hacer comentarios, comprendía que Gloria era un espíritu fuerte elevado y sublime.

–Pondré esta poca leña que queda al fuego, –le indiqué

–Yo no tengo frío, además me siento muy bien, –indicó Gloria a la vez que expresaba una amplia sonrisa.

Sin más comentarios nos abrazamos fuertemente y vivimos momentos intensos de entrega y de amor, en aquella entrega nos quedamos dormidos.

Cuando despertaron ya era día. Ya los barcos regresan de la pesca de la noche, entre nosotros había serenidad y liberación.

Le enseñé mis esculturas y le di unos dibujos y surgió un profundo silencio físico, entre nosotros había surgido como una comunicación mental.

Ya el sol estaba en lo alto, marchamos. Directamente fuimos a la estación de ferrocarriles, pronto llegó el tren y me  subí a él cuando ya estaba en marcha, miré hacia atrás y veo fundirse en el espacio, en aquél andén, ya un poco lejano, la imagen petrificada de Gloria.

Tuvieron que pasar 55 años, por causas de orden y convergencias relacionas con la realidad que me toca vivir, para que estos apuntes sobre una realidad viva que rebrota en mi vejez vieran la luz a través de “los caminos de la vida”. Como enseñanza  de una realidad intemporal que se impone a través del tiempo en las pruebas humanas. 01 abr. 11. Manolo
                                      


 

    










 

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