viernes, 11 de febrero de 2011

15. La ironía del destino

55 años después del desarrollo de estas vivencias deseo elevar un pensamiento de cariño a mi amigo Pepe por su profunda amistad, por el calor que dejo en mi alma y por aquella verdad que tanto me costó aceptar. También a Gloria, amor imposible en la tierra, que reencarnaría para complementar aquella labor que arrancaba de reencarnaciones atrás y que muy acertadamente determinó mi querido amigo.
El destino traza el camino conduce a quien lo acepta y arrastra a quien se le resiste,

                 
                   La ironía del destino


                                             15

          La tarde otoñal hermosa de sol resaltaba a través de los sucios cristales que tenía delante de mi mesa de trabajo, desde allí veía el patio de servicios los caballos y los carros. También, los soldados que iban de un lado a otro ocupados con sus faenas diarias contando los días que les faltaban para cumplir con el servicio militar, ser libres. Volver con sus familias, mayormente con las novias, algunos estaban casados y con hijos.

          En aquél movimiento de soldados veo entrar en el patio camino de la carpintería un joven alto y esbelto, vestía de paisano y en la mano llevaba un libro, era Pepe.

          –Dejé las herramientas que tenía en las manos en la mesa de trabajo y salí a su encuentro, – ¡Hola, que sorpresa!–, le dijo.

          –Pepe esbozó una sonrisa y alargó su mano con un gesto cordial y afectuoso, – ¿Cómo estás?

          – ¡Muy bien! ¿Y tú?

          –Esperando tener tiempo para verte, dar un paseo y hablar de esas cosas que te suenan tan extrañas, –indicaba a la vez que manifestaba una amplia sonrisa.

          –yo estaba lleno de interrogantes y en aquel momento fui atrapado por un fuerte estado de contrariedad, me sentía molesto y miré a los ojos de mi amigo. De pronto, a la vez, los dos nos echamos a reír. –Ven, te voy a enseñar lo que estoy haciendo–, le indiqué para suavizar aquella situación que se había planteado en mi interior, me producía inquietud su mirada interrogante. Le puse el brazo por encima del hombro y juntos entramos en la carpintería.

          – ¡Es el cuadro de las lanzas! –indicó Pepe entusiasmado por aquel trabajo de talla que estaba haciendo. – ¡Las figuras se desprenden del fondo! –indicó un tanto entusiasmado

          –Esto no tiene importancia creativa, es una copia e intento hacer una reproducción fiel, no me gusta este tipo de trabajo.

          –Esto le gustaría ver a mi hermana, ¿se lo enseñas?

          –Bueno, –indiqué a la vez que movía la cabeza con cierta indiferencia.

          – ¡Le gustaría...!    

          –Si ella quiere le puedo enseñar mi estudio en el acantilado.

          – ¿Qué estudio? –indicó Pepe un tanto extrañado.

          –Allí en el acantilado, en la roca viva he tallado unas esculturas en gran tamaño, originales.

          – ¡Me gustaría verlo!

          –Es mi gratitud a la vida y un regalo que le hago a la gente de la ciudad que quiera visitar mi museo al aire libre, que será gratuito. Cuando me marche de esta ciudad al acabar el servicio militar me llevaré unas esculturas en piedra –pequeñas– para hacer una exposición en Madrid.

          – ¿Qué te marchas a Madrid cuando te licencien?

          –Sí, allí me situaré temporalmente, luego iré a otras ciudades Europeas en donde hay más margen para expresar las ideas y hay más libertad.

          –Pepe, me observaba y esbozo otra vez más su media sonrisa, –bueno, bueno, ¡ya veo que vuelas alto!

          –Voy a recoger las herramientas y marchamos.

          –Vamos, daremos un paseo por el mar y te hablaré de esas cosas más sutiles que hoy son un enigma para la ciencia, pero en pocos años será un descubrimiento para la humanidad que lleve salud, bienestar y, sea además, una poderosa luz que ilumine el destino final del hombre dando quietud a su corazón a lo largo de su vida física. Sabiendo que al traspasar la barrera de la muerte corporal se van a encontrar con la verdadera vida, la espiritual. Desde donde pueden seguir manteniendo acercamiento con los seres que realmente amaron.

          –Yo le escuchaba atentamente, un tanto escéptico, me costaba comprender aquello que decía. Para cambiar el rumbo del comentario le indiqué. –En mi estudio al aire libre Gloria se sentiría bien, es una idealista visionaria.

           –Es muy psíquica, extremadamente sensible.

          Marchamos, atravesamos la amplia avenida, subimos unas escalinatas de piedra y pasamos por un hermoso jardín para desembocar en unas estrechas calles. Era el lugar más antiguo de la ciudad, entramos en una plazueleta en donde había unos niños jugando. Una iglesia románica del siglo once que había sido destruida –en parte– por la guerra civil. Había piedras de la iglesia  en el suelo tirada en completo abandono.

          Pepe había nacido en aquella ciudad y conocía todos sus rincones, siempre me llevaba por los sitios más típicos y de más valor artístico o de belleza natural en vegetación, era un amante de la naturaleza.

          Cerca de la iglesia había unos viejos árboles, uno tenía el tronco hueco y los niños se metían dentro y jugaban a sus juegos en el interior. Eran árboles centenarios, según Pepe indicaba podían ser tan antiguos  como la misma iglesia románica.

          Por entre unas callejuelas, al fondo se veía el mar y los colores anaranjados que indican un atardecer, la puesta de sol. Había un banco de piedra debajo de un grueso castaño y nos  sentamos en el banco. Era un lugar acogedor en un atardecer sereno que estimulaba el ánimo y daba sosiego, –surgió una pausa–. Yo estaba como ausente, abstraído, tenía la cabeza levantada y los ojos cerrados.

          – ¡Hola! Rompe el encanto, –sin dejar que hablara me preguntó–. ¿Cuándo vas a venir por mi casa, mi hermana quiere verte? Desde que estuviste allí el mes pasado esta más motivada y activa. Hace unos días me dejó impresionado por su potencial interior, por su fuerza y energía venciendo su timidez y dispuesta a superar todos los obstáculos materiales que le ponga la vida por delante, en su camino para conseguir su gran amor.

          –Sí, ¡Es muy sensible!

          –Será una buena vidente, una gran médium, igual que tú.

          – ¿Cómo? –Manifesté con extrañeza por las palabras que acababa de oír de mi amigo, iba a manifestar mi contrariedad sobre algo que me costaba asimilar y a pesar que tenía cierta resonancia interior.

          –Pepe esbozo una media sonrisa, –un médium es una persona que tiene una capacidad de entrar en estados profundos de trance, cede su organismo para que se manifiesten seres espirituales que ya han dejado la vida física, algunos siguen atados a las vibraciones humanas. También, para la entrada de seres superiores que se definen como guías o maestros, protegen y se cuidan del buen funcionamiento acercando conocimiento en bien del progreso humano.

          –Eso no puede ser, –le indiqué un tanto confuso sobre aquellas palabras de mi amigo.

          –Sí, serás, –remarcó  y de manera determinante.

          – ¡No...! 

          –Pepe al ver mi rechazo y el escepticismo, cada vez con más fuerza manifestaba más determinación en sus palabras. –Tú y mi hermana tenéis esa facultad y una hermosa misión en la vida que va más lejos que el mundo de las ideas y formas, del arte y de la ciencia. A través de vuestro ser se manifiestan las enseñanzas de la ciencia divina. Tenéis la obligación moral de hacer llegar esa vibración espiritual que acerca al humano caminos para la evolución y el conocimiento y desarrollo de la vida

          Yo estaba receloso sobre aquellas palabras, pero le escuchaba.

          –Vosotros, podéis poner  algodón  y venda sobre las heridas del alma, dar agua a los sedientos de esa sed interior.

          Surgió un silencio...

           –Pepe me miró fijamente y cerro los ojos,  y señaló, –yo solamente puedo curar el cuerpo, ajustar la mente con los limitados conocimientos de la psiquiatría en estos momentos. Todo esto no me llena y quiero ampliar estudios en el campo espiritual. Trabajar en la nueva medicina que se llamará psicosomática, esto daría un fuerte impulso a la psiquiatría al descubrir comportamientos que hoy se definen extraños.

          – ¿Crees en una ley de continuidad?

          –Sí, “ley de causa y efecto”. No hay nada extraño ni ajeno en el universo, es la ignorancia humana la que pone las limitaciones, por ello, me interesa la investigación parapsicológica para abrir puertas en el conocimiento humano.

           –Intuyo que hay un conocimiento oculto para la conciencia. Cuando empecé a dibujar, de niño, los maestros me preguntaban dónde había aprendido a hacerlo.

          –Es normal, traes una misión a través de la expresión plástica.

          – ¡Una misión!

          –Sí, es un mundo de pruebas el humano, todo está articulado, pero la ciencia esta alejada de ese progreso. Eso también le pasa a Gloria en momentos penetra y tiene claridad.

          –Yo me siento bien con ella, tengo la impresión que ya la quería antes de conocerla.

          –Debido que sintonizas con fuerzas que va un poco más lejos que el campo consciente. Ya te dije que esto que estoy haciendo es para ayudar a mi hermana en su fragilidad consciente, interiormente es fuerte.

           –Sí, pero quebradiza materialmente, –le manifesté.

           –Al hablar con ella en esta fase que tiene para ella la vida a través del amor, comprendo que ella está en un nivel superior al mío y tengo mucho que aprender para llevar la debida ayuda a la gente que recurre a mí profesionalmente.

          Yo escuchaba con atención las palabras de mi amigo, su voz cálida sonaba en mi interior con fuerza, me despertaban emociones que me crispaban en relación con mi conciencia y desarrollo sensorial, me producía cierto mal estar en mi razonamiento interfiriendo en los programas que me había hecho para cuando dejase el servicio militar. Mi ideal artístico, la fama, la liberación de la dictadura, la lucha por los derechos humanos. Todas aquellas cosas que habían sido el sueño de mi vida en aquellos momentos pasaban a un segundo plano, al de la forma.

          –Son pruebas materiales, como escalones que hay que subir, asignaturas  que hay que aprender para llegar a un cocimiento interior que se eleve por encima de lo temporal en los senderos de la continuidad, –indicó Pepe como si estuviese leyendo en mi mente.

          Mientras que yo seguía con mis meditaciones, Pepe continuaba hablando sobre las energías y su desarrollo. Por un momento dejó de hablar  y me miro fijamente.

          – ¿Qué piensas?, –Me dijo, a la vez que me ponía la mano derecha sobre mi hombro.

          –Nada, –le indiqué molesto.

          –Sí, estas ausente. ¡Vuelve! –a la vez esbozaba una amplia sonrisa.

          Me sentía inquieto, fiscalizado en lo más profundo de mi sentir. Todo aquello me hacía sentir mal.

          – ¡Ha refrescado! –me indicó Pepe mirando ligeramente hacía el cielo.

          Sentía un mal interior y un extraño nerviosismo corría libremente por mi cuerpo. En mi expresión se manifestaba un gesto de mal estar y de dureza, no dije nada, pero me sentía fiscalizado en lo más profundo  de mi sentir y pensar.

          La mente fría, científica y cerebral de Pepa en unos momentos crispó fuertemente mi sensibilidad y mi amor propio se disparó.  Aquella era una verdad que no quería escuchar, no quería ver y no quería comprender. Aquél fisgonear en las partes más profundas de mi sentir me producía desconcierto.

          Entre sin desearlo en un estado de mutismo y sin saber que decir, me sentía mal, nervioso y confuso. No sabía como salir de aquella situación que me planteaban las palabras de Pepe. Tampoco le podía decir que me encontraba mal, sabía que era médico y conocía aquellos estados alterados de la conciencia y personalidad. No encontraba palabras en las cuales asirme a ellas y salir de una manera razonable de aquella situación.

          –Mientras que permanecía en silencio, tuve un cambio de expresión y pronto me señaló, –no te tortures, son pruebas que hay que pasar hasta llegar a un equilibrio interior. La verdad absoluta no esta al alcance del limitado conocimiento del hombre...

          –Aquellas últimas palabras  pusieron un poco de calma en mi interior, y miré a mi amigo con gesto de camaradería y comprensión. Con una amplia sonrisa y sin meditar le dijo, – ¡pareces de hacienda, fiscalizas todo!

          Pepe seguía sereno, inmutable. Soltó una amplia sonrisa que me contagió,   me puse a reír sin control.

          –Pepe  se levantó del banco en que estábamos sentados, me alargo su mano, inconscientemente le alargué la mía con cierta contrariedad. Me pego un estirón y sonriente me indicó, –vamos a merendar.

          Había anochecido, la poca luz de la vieja plazueleta le daba cierto tono siniestro al ambiente, de cementerio. La vieja iglesia románica media destruida, los viejos árboles  cuyo follaje amarillento impedía la penetración de la luz de una luna llena que salpicaba con su color dorado algunos rincones de la vieja plaza, al pasar por los pocos huecos que le permitía el grueso follaje. Al salir de aquella zona de sombras me sentí mejor, arrastrado por la voluntad de mi amigo dejamos la parte vieja y fuimos a una zona de más movimiento, comercial. Allí, el bullicio, la luz, la gente. Todo ello le dio voltaje a mí desconcierto.

          –Pepe seguía con su media sonrisa, a la vez que me decía, –   vamos a ir a un sitio que te vas a sentir bien. 

          –Atravesamos calles y una plaza que yo conocía muy bien.  Se paro y miré a sus ojos con una sonrisa de júbilo y le dije, – ¡estás en todo!

          Fuimos a parar al típico bar en donde yo me  reunía con los compañeros de la academia de arte. El impacto fue fuerte, más todavía cuando todos saludaron a Pepe, iba a las tertulias pero nunca habían coincidido juntos, las sorpresas para mi iban en aumento.

          Pepe era aficionado a las artes plásticas y se había iniciado en la  pintura, la falta de tiempo le alejo de su vocación al estar tan ocupado con los estudios de la medicina. Fue una larga tertulia que se acompaño  con unos vinos de la tierra y unas tapas.

          En mis reflexiones comprendía  que todo iba encajando. Recordaba la primera vez que había visto a Pepe en el cuartel y me hablaba de aquél lugar y sus aficiones artísticas, pero nunca le había indicado que se había iniciado en la pintura.

          – ¿Tú hermana frecuenta este lugar?

          –Creo que no, por lo menos yo no lo sé. Las emociones la alteran y la desconciertan, es tímida y se descompensa enseguida dada su sensibilidad.

          –Surgió una pausa y Pepe me miró a los ojos manteniendo la mirada, –contigo puede venir a tu lado se siente bien y segura, puede abrir sus emociones con confianza.

  No dije nada, me costaba comprender todo aquello, solamente la había visto en una  ocasión y en su casa,  y me había encontrado en una situación embarazosa al abrazarme y besarme en la boca. Nos despedimos de la gente que había en aquél reservado y en silencio atravesamos calles y plazas, pronto llegamos a la puerta del cuartel.

          – ¿Tienes que volver por mi casa? –me indicó Pepe a la vez que me estrechaba la mano.

          –Bueno, antes de marchar.

          – ¡Adiós!

          El desconcierto presionaba fuerte en mi sensibilidad, aquella noche no pudo reconciliar el sueño y daba vueltas en aquél camastro sucio y oloriento, además se me había cargado la cabeza y me sentía mal. Esperaba que las primeras luces de un nuevo día entrasen por aquél sucio ventanal para seguir con mi labor en un nuevo despertar.  

          1.955. Manolo.  
  
   

  
   


 

 

    


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