miércoles, 5 de enero de 2011

VIVENCIA EN LA ANTIMATERIA

Todo camino que determina una identidad os hace pasar por estados de confusión, son senderos iluminados aunque os parezca pasar por zonas de completa oscuridad, en el despertar de vuestra conciencia                     

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                           Vivencia en la antimateria

Sin rumbo fijo abandoné el cuartel y cogí la carretera que iba al faro, a mi derecha vi una playa y me fui hacía ella, ya había estado otras veces allí. Había un poco de calor de ciudad por su cercanía no me gustaba el ambiente que allí había en aquella fresca mañana la playa estaba casi solitaria me sentía cansado y no tenía ganas de andar y me quedé allí.
El día amanecía gris, plomizo, además hacía un poco de aire que todavía le daba un poco más de dureza a aquella mañana otoñal. Había una pared hecha de mampostería  y me  senté en un rincón a la protección de aquella pared para ocultarme y protegerme de aquella fría mañana.
Con las piernas cruzadas en la posición del loto y la espalda ligeramente apoyada sobre aquella pared de piedra y cal permanecí allí largo rato, inmóvil. Tenía los ojos cerrados y la cabeza un poco agachada, los brazos caídos y las manos tocaban la arena.
Me sentía muy bajo de voluntad, de ánimo. Estaba como en un estado modificado de conciencia y me sentía ausente, con un recogimiento interior que me llevaba como a un nuevo sendero, a un estado más profundo de sentir y pensar, en el cual, la vida tenía otra dimensión a los sentidos a través de los órganos corporales.
Ya me  había encontrado en otras ocasiones en estados parecidos, era como un estado neutro, como de ausencia, formado por el propio dinamismo psíquico, generador y activador de todo proceso sensible, en el cual, la materia parece disolverse frente a la formación de una nueva envoltura, la etérica, más elástica y sensible para conectar con pensamientos y emociones que a través de los sentidos corporales es imposible.
Pocas veces había tenido aquél sentimiento tan profundo, me sentía como si flotase, mi mente estaba envuelta por una claridad para mi desconocida, –quedé sorprendido sin comprender lo que me estaba pasando–. Vi un cuerpo sentado y arrimado a la pared y comprendí que era el mío. – ¡Es mi cuerpo!–, exclamé en medio de aquella confusión de los sentidos. Pero, me sentía bien, no había dolor ni emociones, era como si hubiese traspasado la barrera del tiempo y estuviese alejado de toda temporalidad.
Miré a mí alrededor y veo la playa, las casas de la ciudad cercana desde un ángulo distinto; Esto todavía me confundió más, en aquél extraño estado que me encontraba
Un potente sol  invadía todo mi ser, un color dorado desconocido, un blanco fluorescente le daba al paisaje como un sello de irrealidad. Me sentía bien, en momentos entraba como en un estado de confusión al querer tener una conciencia clara de la realidad que estaba viviendo. Si miraba para la pared veía mi cuerpo, me sentía como si tuviese otro cuerpo, era como si tuviese dos cuerpos.
–Estaré viviendo un estado ilusorio,  –pensé en unos momentos–, cada vez entraba en más contrariedad.
– ¿Qué me está pasando? –me preguntaba–. Sin darme cuenta hice un gesto y me elevé, vi el mar y la gente desde un lugar distinto.
– ¡Parece real! –pensaba–. Con un impulso de mi deseo o voluntad comprendía que me movía en el aire y me alejaba de aquél lugar y de aquél cuerpo con el cual me había reconocido siempre.
Una desconocida emoción me invadía, comprendía en mi interior que desear era poder. Me elevé a gran altura y pudo ver otras ciudades. Barcos, el faro, en donde tenía mi estudio en el acantilado, al aire libre.
De golpe, me dejé caer en el agua hasta llegar al fondo del mar. Miraba sorprendido hacía arriba y siento como un cosquilleo en una pierna, bajé la vista y veo que los peces estaban a mí alrededor y algunos atravesaban mi cuerpo que era transparente. Me sentía bien dentro del agua, y pensé. – ¡Seré inmortal, invisible tal vez!–. Sentí como un escalofrío que parecía atraparme y empecé a perder conciencia  de situación y lugar.
Pegué un estirón para reaccionar y siento dolor, como si tropezara con algo que tenía delante, con una roca. Tuvo la sensación de hacerme sangre en la cabeza.
Mi corazón empezó a palpitar con fuerza, sentí mareos que me envolvían en un aturdimiento que me hacían perder conciencia, me sentí atrapado en un estado nervioso que aceleraba mi ritmo cardiaco. Asustado y medio inconsciente abrí los ojos y pegué un fuerte grito. Con dificultad podía mover los brazos y las piernas  que los tenía como paralizados.
Sentí frío y espanto al ver un enorme perro que estaba frente a mí en actitud de ataque –enseñaba los dientes y ladraba–,  temblaba, a la vez que pensaba, –¿Cómo puedo reaccionar?
–Siento fuerte voces que gritan, – ¡Dog! –. Veo correr un chico y una chica hacía donde yo me encontraba. Envuelto en aquél terror y sin poder reaccionar, vuelvo a sentir voces, – ¡Dog! Siéntate–, el perro se sentó a mi lado.
– ¿Qué le ha pasado? –me preguntó una mujer cuarentona que se acercó a donde yo estaba.
Yo estaba completamente confuso y sin saber que estaba pasando y guarde silencio, tenía el instinto de haber hecho un gesto con la cabeza
–Ya hace tiempo que te estamos viendo en esa postura en esta fría mañana otoñal pensamos que te había pasado algo, por ello, ordenamos al perro para que te auxiliase. Es un perro que está adiestrado en socorrismo, sobre todo en inmersión. Ha salvado a mucha gente de morir ahogada, también a personas que por el frío o el calor entran en perdida de conciencia o en paro cardiaco
Me sentía mal, muy mal, no sabia que decir ni tampoco lo que había pasado. Para salir del atascó les indiqué, –estoy haciendo el servicio militar y he pasado mala noche he venido a la playa a despejarme y me he quedado dormido.
El chico que era más joven y que todavía no había dicho nada me miraba con cierta extrañeza, y me preguntó, –necesitas ayuda, somos socorristas.
Les di las gracias, estiré las piernas y brazos que ya tenía más despiertos y activos, al cambiar de postura siento nerviosismo en todo el cuerpo, también note que me dolía ligeramente la cabeza. La levanté y veo alejarse a aquél hombre y aquella mujer, también al perro que iba al  lado de la mujer, llevaba la cola bajada y metida entre las piernas
Por unos momentos me encontré confuso, para tomar contacto con la realidad en que me encontraba a mi alrededor, estiré la vista hasta la lejanía, en unas rocas vi unos pescadores sentados. Un poco más a la derecha se veían casas, mayormente de planta baja que debían ser las casas de los pescadores, utensilios de pesca cerca las casas. Ya en un segundo  plano había lujosas casas. Más a lo alto  resaltaba la parte alta de una vieja iglesia con su campanario. El tiempo seguía gris y con negros nubarrones.
Ya  recuperado  me hice cargo de la situación y comprendí que me había quedado dormido y tenido una extraña pesadilla, entre hermosa y trágica. Recordé a mi buen amigo  Pepe, sus comentarios sobre espiritualidad y pensé cuando lo viese contarle el sueño que había tenido.
También recordé a su hermana, Gloria, sentí quietud y ternura y un ardiente deseo de volver a verla,  a pesar que solamente la había visto una vez le había cogido cariño y sentía  un sentimiento especial hacía ella. Recordaba el abrazo que me había dado y en la manera que me había besado, limpiamente, mientras sentía el calor de su cuerpo y el palpitar de corazón sobre el mío.
Me levanté del suelo y sentí frío, un agua menuda empezaba a caer y me marché, iba sin rumbo fijo, el agua se intensificaba y tuve que apurar el paso para no mojarme. Vi la fachada del cuartel y sentí mal estar al pensar  que tenía  que volver allí. Me sentía decaído y triste, tenía frío y sentía debilidad. En un bar cercano pedí un bocadillo y un baso de vino. Con más fuerza física identificado con la realidad que estaba viviendo, me marche.
Seguía lloviendo, pero el agua ya no me molestaba tanto, pronto llegué al cuartel y entre en el recinto. En primer lugar fui a la enfermería  y allí encontró a mi amigo Pepe pasando la consulta.
– ¿Qué té pasa? –me preguntó Pepe al verme, a la vez que esbozaba una media sonrisa.
–He tenido una extraña experiencia y tengo temores de estar dentro de unos estados esquizofrénicos, de desajuste.
–Pepe me miró a la cara, puso su mano derecha en mi hombro y esbozó una amplia sonrisa, –relájate, por la tarde nos veremos para hablar, y a la vez, pasear cerca del mar si el tiempo lo permite, del contrario iremos a mi casa mi hermana se siente muy bien contigo te cogió cariño y quiere verte.   Manolo
             

    

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