viernes, 1 de julio de 2011

Continuidad en el tiempo

La cadena dorada del amor es eterna, inmutable y, cuando realmente se piensa en el ser amado se siente su presencia. El alma recibe la llamada esté donde esté, aunque hubiese reencarnado se manifestará.

     El universo está lleno de misericordia amor y equilibrio.

                            Continuidad en el tiempo


                                        Vivencias.  2

       Ya en aquella ciudad, el día era gris, un agua menuda y fría como la nieve caía con intensidad y un cielo oscuro cubría la ciudad. A lo lejos, negros nubarrones que amenazaban tormenta, era una ciudad fría y húmeda  y en ella siempre había tenido dolencias y me había sentido mal. Ya con el tren entrando en los andenes meditaba sobre los muchos momentos malos que había pasado en aquella ciudad con aquellas nieblas que tanto me dificultaban la respiración y aceleraba las dolencias.

En el bar de la estación hice una parada para comer algo, no había comido nada desde el día anterior que lo había hecho con Gloria en aquél restaurante para estudiantes. La separación no había sido tan dolorosa como me lo había imaginado, era como si algo interior de Gloria se hubiese venido conmigo –más bien ya estaba en mi interior–, esto lo comprendí con la videncia que había tenido unas horas antes, en ella se manifestaba un camino de continuidad a través de las reencarnaciones ya desde muchos siglos atrás.

Sentía viva a Gloria en mi interior, como una parte activa de mi sentir. También recordaba con cariño las horas pasadas con mi amigo Pepe, las largas tertulias sobre los nuevos horizontes, las nuevas filosofías sobre conocimientos paranormales que suelen pasar desapercibidos para los sentidos corporales. Todo aquello abría grandes y nuevas dimensiones en mi interior a la vez que me descargaba de estados de angustia que se habían aposentado en mi sentir desde la niñez, más bien, acompañaban a mi espíritu desde mi nacimiento envolviendo mi vida en zozobra soledad y tristeza. A pesar de ser desconocidas para mi limitado conocimiento humano me enseñaba una nueva manera de ver la vida y sentir sus influencias,  algo ya había empezado a cambiar en mi interior.

Envuelto en aquellos pensamientos de liberación me había olvidado que seguía siendo soldado y que me tenía que presentar en el gobierno militar al llegar a la ciudad. Aquello me produjo cierto mal estar en mi interior y al acabar de comer me marche, llovía con intensidad y tuve que coger un taxi para ir a ver al cura que se cuidaba de las obras de la iglesia, con el que tenía los tratos comerciales. Sentía nerviosismos y contrariedad al entrar en la iglesia en donde el cura tenía su despacho. Llamé a la puerta  que estaba entreabierta y entré.

– ¡Te tardaron en mandar! –indicó el párroco al verme con una mirada inquisidora.

Guardé silencio, en su principio, sabía que todo lo que dijese se iba a poner en mi contra.

–Hubo unos momentos de silencio, mientras el cura me miraba con cierto recelo, y me dijo, – ¡mañana a primera hora empiezas a trabajar! –indicó en tono autoritario.

–Me indicaron que me presentase en gobernación al llegar.

– ¡No! –indicó el cura de manera contundente y seca–. En consideración cristiana se te permite que estés en una pensión y te pagaré lo que cueste.

Ya aquello me lo esperaba, pero el impacto fue fuerte en mi interior. Estaba de pie, confuso y sin saber que contestar  sentía una profunda crispación y la rabia corría por todas mis arterias. Comprendía que me tenían atrapado y si ponía algún impedimento me obligarían a ir a comer y dormir a un cuartel cercano a donde tenía que hacer la escultura de aquél evangelista.

–Ya te puedes ir, y mañana a primera hora en la iglesia, –me indicó el cura como si me hubiese estado leyendo en mis pensamientos.

Envuelto por un estado de fuerte crispación me marché de la iglesia. Seguía lloviendo, ya me sentía indiferente a todo y un mal estar me mordía por dentro y llenaba de rabia todo mi sentir, por más que utilizaba las técnicas de relajación que me había enseñado mi amigo. Aquella agua menuda se había intensificado al ir pasando las horas, con mi maletín en la mano continué el camino. Pasé por delante del monumento que había hecho dos años antes y estaba colocado en la plaza de la catedral. Allí tenía que ver a Candi al día siguiente por la noche. Atravesé la ciudad, cogí a la izquierda y pasé por la puerta de Santiago hasta llegar a donde tenía el estudio que todavía conservaba desde antes de marcharse a la mili. Allí tenía esculturas, bocetos, libros, ropa y otras cosas personales. Al entrar en la casa me  encontró con Luisa, nos abrazamos.

– ¿Cómo vienes de mojado? –ven al lado del fuego para calentarte

–Sí, está lloviendo, –le dije a la vez que pasaba a la cocina en donde había una chimenea encendida con un ambiente cálido y acogedor.

–Siéntate aquí, te prepararé un café con leche y te traeré ropa para que te mudes.

–Gracias, sigue siendo muy amable conmigo.

– ¡Ya sabes que eres para mí como un hijo!

–Yo también la aprecio y la quiero, es generosa y atenta. Con usted siento la presencia de mi madre y le tengo cariño como mujer.

Luisa se sentó a mí lado y surgieron unos momentos de silencio, –me alegro que hayas venido, he pensado mucho en ti.

–Yo también la recordé con cariño.

–Luisa me cogió la mano y señaló, – ¡estás temblando!

–Me cogió el frío y cuando hable con el cura entré en un fuerte nerviosismo.

–Enseguida te preparo ropa para que te mudes.

Luisa era una mujer cuarentona, un poco rellena pero estaba de buen ver, vivía con un hijo de 10 años. Era viuda, su marido había muerto atropellado por un camión iba en una moto y se le echó encima. Luisa procedía del medio rural, se había marchado a la ciudad en busca de mejoras tenía una casa grande y me había alquilado unas habitaciones en donde tenía el estudio y una habitación para dormir. Allí, en aquella casa le había cedido una habitación a Torcal años antes cuando hacía el servicio militar en aquella ciudad en donde lo había conocido. También Luisa me preparaba la comida y me lavaba la ropa, me había cogido cariño y estaba siempre pendiente para ayudarme.

Aquella noche dormí bastante mal, los pensamientos volaban al encuentro de Gloria y me producían desasosiego. Además, al haberme mojado ya empezaba a notar que el reumatismo endurecía las articulaciones y me producían dolor, a pesar del cansancio que arrastraba no podía reconciliar él sueño. Con las primeras luces de un nuevo día –que  entraban en la habitación–, me senté en la cama para meditar  sobre el trabajo que tenía que hacer. Tenía la sensación que por la noche había tenido un acercamiento espiritual con Gloria, sentía su presencia y a pesar de no haber descansado me encontraba motivado.

–Será como un sueño producido por el estado emocional con el cual me he separado de Gloria, –pensaba.

Por la mañana al salir a la calle ya no llovía, estaba nublado. Había un sol racheado y hacía frío. Atravesé la ciudad y fui a la iglesia en donde tenía que hacer la escultura y la iban a colocar.

Era una iglesia de nueva construcción y en una sala lateral de grandes dimensiones allí hacía la escultura del evangelista que tenía cinco metros de altura. Tenía unos grandes ventanales en donde iban unas vidrieras emplomadas de estilo gótico siguiendo la línea del conjunto de la iglesia, con partes modernistas. Al estar en obras la iglesia los grandes ventanales no tenían cristales, allí corría el aire y hacía mucho frío, era el mes de febrero

– ¿Qué ha pasado? –le pregunté al encargado de la obra.

–Los escayolistas no se atrevieron a hacer los moldes y el barro se secó y no se pudo pasar la escultura a la fundición.

–Yo me tuve que marchar para hacer la obligación militar, ya había dado las indicaciones al encargado de los escayolistas.

–Sí, pero no lo supieron hacer.

Me puse delante de la escultura que estaba toda agrietada, tenía que empezarla de nuevo. Quitar el barro y amasarlo, volver a preparar el armazón con la tela metálica y empezar de nuevo el modelado de aquél evangelista de cinco metros de altura.

–Si te hace falta personal lo puedes coger para que te ayude. Les urge que se acabe pronto para pasarla a la fundición y colocarla.

–Será un par de meses, –le indiqué

Era febrero del año 1.956 cuando se desarrollaban estos acontecimientos, tenía 22 años, estaba muy lejos de conocer en conciencia humana  aquella realidad espiritual que yo mismo había determinado en un estado más liberado en el sentir y pensar. Una verdad de progreso espiritual que iba a hacer cambiar la totalidad del desarrollo de mi vida en la prueba humana que tenía que vivir.

Aquella misma noche iba a conocer a Candi, mi amor material que iba a hacer cambiar el rumbo de mi vida, todo preparado de reencarnaciones atrás. Manolo.

                                       22-junio- 2011


          

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