martes, 20 de marzo de 2012

Misión cumplida

                                 

En vivencias se encuadran estos relatos  desarrollados en el año 1.956. Ya definían el camino que iba a seguir mi vida en contra de mi voluntad y deseo al retirarme de mi ideal artístico en el cual me sentía atrapado por  vocación y afinidad.


                                          7. Misión cumplida

Ya finalizado el busto de Candi lo pasó al yeso y lo bronceé. También presenté el evangelista al arquitecto para que diese su aprobación. Pronto paso dando su conformidad, a la vez me hacía otros encargos.  – ¿Quisieras que me hicieras unas esculturas en piedra para el exterior de la iglesia?
–No puedo.
–Cuándo acabes la mili…
–No es posible, me marcho para Madrid para ampliar estudios.
–Aquí en la ciudad están trabajando  en la formación de una escuela de artes y oficios que se inaugura pronto el director es amigo mío y pensé en ti para la asignatura de profesor de modelado, si te interesa tienes el puesto, –me alargó una tarjeta a la vez que me lo indicaba
Por principio de educación fui a visitar al director que resultó ser un alto mando del ejército, con una cultura más liberada. Tenía actividad artística y había cursado estudios de arte. –Pienso dejar el ejército y dedicarme a la dirección de la academia, quedarme con la plaza de profesos de dibujo. ¡Si te interesa la plaza de modelado la tienes…!
–Agradezco la oferta, tengo proyectos para ampliar estudios hacer exposiciones y abrir caminos en busca de nuevas tendencias artísticas –le indique con agrado; era un hombre sensible y tuvimos un largo cambio de impresiones–, de todas maneras lo meditaré y pasaré a visitarle mañana.
Aquella tarde la pasé en solitario estudiando la oferta que era tentadora y me daba seguridad a mi vida. También podía hacer aquellas esculturas en piedra para la iglesia y quedarme al lado de Candi, dar camino a mis sentimientos y formar una familia, en la espera de la liberación de Candi, ir caminando por senderos comunes en el desarrollo artístico  sentimental y espiritual.
A la mañana siguiente ya se habían difuminado las reflexiones del día anterior, mis ideales y ambiciones artísticas estaban por encima de todo. La aventura del ideal artístico y la lucha para conseguirlo se imponía, ya definitivamente aquella era mi determinación. A la mañana siguiente temprano fui a la iglesia para hacer las indicaciones al personal que se cuidaba de hacer los moldes y fundir la escultura. También para hablar con el cura y que me liquidara el dinero pendiente según lo hablado al principio de la obra. Algo me hizo comprender que las cosas iban por caminos distintos –que ya realmente los intuían–, allí me encontré al secretario del cura, que sin dejarme  hablar me dice. –Esta mañana te tienes que presentar en gobernación militar, –me indicó el joven cura recién salido del seminario.
No hice comentarios alguno, marché y sin vacilar me presenté en gobernación. Después de ir de un lado para otro y de una larga espera fui a parar al despacho del secretario del gobernador, era un alto mando. Un hombre bajito y mal encarado, su mirada era oblicua. Me llamo la atención los pelos que los tenía de punta, muy cortos, iba vestido de militar y en el pecho llevaba condecoraciones.
–Mañana te presentas en tu cuartel, al coronel, aquí tienes el papel que tienes que presentar, –indicó aquél hombre de manera seca y autoritaria, –cogí el papel y no dije nada, para qué…!
–Tú por ahí golfeando en vez de trabajar, –me indicó  con palabras cortantes y contundentes, con una mirada de total dominio.
–Con toda la disciplina militar le saludé, –no, mi coronel me encontré mal unos días…!
–El coronel sin dejarme que acabase de hablar y estableciendo una postura de suma autoridad me dijo, –tú obligación es ir a un hospital militar, también era él ir a dormir y comer al cuartel; se te permitió estar como un civil y te pasaste el tiempo golfeando por las calles.
Guarde silencio, comprendí que me había visto por las calles del brazo de Candi. Algo nuevo para mis reflexiones me estaba  sucediendo, me daba cuenta que en momentos  podía leer en la mente de aquél hombre; ya no hubo ni una sola palabra más, saludé militarmente y me fui. La entrevista fue tremendamente dura desde el primer momento –más de lo que me había imaginado–, sabía que estaba atrapado por él poder militar pero esperaba el encontrar un hombre un poco educado debido al alto cargo que desempeñaba. Ya llevaba días que el cura no iba por la iglesia cuando estaba trabajando, intuía que algo sucio se llevaba entre manos; ya sin meditarlo, fui a la iglesia en donde tenía su despacho. Al ver al cura me di cuenta que ya había hablado por teléfono con el secretario del gobernador, el gesto de su expresión lo dilataba.
–Pasa buen hombre   –me  dice el cura y me empezó a hablar de la moral cristiana, quedé confuso y guardé silencio...
–El gobernador quería que fueses a comer y dormir al cuartel, yo le hice comprender que era de cristianos y de gente de bien que pudieras estar como civil y trabajar con más libertad. Ahora como caridad cristiana yo te voy a dar el dinero que pagaste para comer y dormir… El cura cogió una libreta de un cajón de la mesa  hizo unos números, metió la mano en el bolsillo de la sotana y sacó un grueso fajo de billetes me dio  lo justo, incluso recortado de lo que  había pagado para comer y dormir. A mi cuenta quedaban los gastos médicos, desplazamientos, los materiales para hacer la escultura y otras cosas que comprendía que sobraba todo comentario… El cura me acercó la mano a la vez que me decía, –la caridad cristiana está por encima de todo…
Me di la  vuelta y sin decir una sola palabra continué mi camino, ya en la calle elevé un pensamiento de luz que clareara  mi mente para no quedar atrapado entre tanta miseria humana. Pasé por delante de la catedral en donde estaba  el monumento primero que había hecho en aquella ciudad, seguí al estudio para coger mis cosas y marchar.
– ¿Qué te pasa? –al entrar en la casa me encontré con Luisa…
–Nada, mañana me marcho, –le indiqué tratando de suavizar mi estado de tensión interior, a la vez que entraba  en la habitación  para preparar y recoger mis cosas; al poco rato veo que se abre la puerta y luego se cierra, me encuentro con Luisa un poco sofocada.
– ¿Qué te ha pasado que te marchas tan urgente…?
–Me tengo que presentar mañana en el cuartel.
–Te voy a echar de menos, te cogí mucho cariño, –Luisa estaba inquieta, nerviosa. Tenía desabrochado el vestido y se le veía el sujetador y los pechos. Le miré a los ojos y estaban humedecidos.
–Te he cogido cariño, –indicaba a la vez que se iba acercando a mi cara–. Por las noches pienso en ti y no puedo dormir… Te quiero…
Se había soltado el pelo y un mechón le tapaba la cara; le acaricié en la cara y le retiré el mechón. Luisa suspiraba de emoción mientras sus pechos se hinchaban, con suma ternura la besé en la frente, le había cogido cariño, –yo también pienso mucho en usted y su hijo, han sido muy buenos conmigo en estos tres años que he vivido en su casa, he estado en familia.
Luisa se ruborizó y de sus ojos salieron unas lágrimas; me miró fijamente  y se acercó hasta tocarme con sus pechos que los tenía muy desarrollados, era un gesto de total entrega.  La abracé y sentí el palpitar de su corazón y el deseo en su cuerpo, la besé, –yo también la quiero mucho  y agradezco las atenciones que ha tenido conmigo cuando no podía andar…
Luisa no se sintió herida por aquél rechazo, era una mujer del medio rural y estaba viviendo unas emociones que la desbordaban y su entrega en aquellos momentos era inocente profunda y sincera. Para ella era algo normal aquella situación, era viuda y yo no estaba comprometido con nadie. Luisa tenía 30 años, su marido había quedado muy herido en la guerra civil falleciendo al poco tiempo; en una ocasión, ella misma se había ofrecido a posar desnuda.
Acabé de recoger mis cosas. Los dibujos bocetos y esculturas ya se los había regalado a los amigos, mayormente a Candi y Nacri. Me quedaba un poco de tiempo y recordé que tenía la entrevista pendiente con Braulio, había  dejado que pasara el tiempo al conocer la agresividad que tenía como periodista, mayormente contra los militares  y el clero. No quería que mi situación saltase a la prensa, para ello, esperaba tener la licencia. Todo había cambiado de rumbo y tenía que volver al cuartel, todavía me quedaba un mes para la licencia.
– ¿Está Braulio? –pregunté en la redacción del periódico.
–Se ha ido a un congreso de prensa a Madrid y no regresara hasta el fin de semana. Sentí  una profunda satisfacción, había tenido una contrariedad muy fuerte con los militares y el clero y sabía que iba a hablar más de la cuenta y me alegraba de no hacerlo hasta que tuviera la licencia.
–Esteba cerca de donde se encontraba Candi y pasé por su despacho, –me tengo que marchar mañana.
– ¿Qué ha pasado…?
–Tengo que presentarme mañana en el cuartel.
– ¿Y la escultura?
–Ya está todo resuelto, entregado.
En el estudio, de lo que quedaba Candi recogió lo que quiso, le llamó la atención un niño recién nacido tallado en caoba, que ya había estado en una exposición.
– ¡Éste será nuestro hijo! –manifestó a la vez que lo besaba.
Acompañé a Candi a su casa, en el portal nos despedimos, surgió la afectividad y tuvimos unos momentos de entrega y dulzura. Pronto  surgió la nostalgia por la despedida, habían sido tres meses  envueltos en camaradería y ayuda. Candi  abrió su bolso  sacó un sobre grande y me lo entregó  –luego lo lees–, me dijo. Ya no hubo más palabras, Candi subió las oscuras escaleras de su portal y yo volví sobre mis pasos  a la casa que me había acogido durante tanto tiempo y que tantas vivencias había despertando en mi alma en aquella primavera  del año 1.956 en que mi ambición artística me conducía por desconocidos senderos.

  





No hay comentarios:

Publicar un comentario