LA MANIFESTACIÓN
Me costaba reconciliar el sueño mientras que la
imagen de mi amigo escritor se manifestaba con intensidad en la pantalla de mi
mente; en ella había un mensaje claro de continuidad que en nuestros encuentros
terrenos habían sido imposible, en los distintos lugares en que nos habíamos
encontrado. En los años 60 había dejado el ejército para finalizar la carrera
de filosofía y letras dedicándose en el correr de los años al estudio de la
filosofía, escribió varios libros y colaboró con la prensa escrita. A pesar de
nuestras continuadas tertulias dentro del desarrollo intelectual nunca habíamos
podido hablar del desarrollo espiritual, ya desligado de la materialidad hace su manifestación. Por ello, para mí tiene
tanta importancia su manifestación desde el otro lado de la vida y desde el
silencio del alma le ofrendo el
recuerdo.
Año
1.960
En Madrid a los pocos días de mi
llegada tuve una inesperada visita de mi amigo escritor, compañero de lucha
desde la niñez. Su situación económica y social había cambiado. Estaba en el
ejército, se había graduado teniente en la escala de complemento universitario
y estaba destinado en Menorca, en la capital.
–Te estaba esperando, quería
hablar contigo, estoy en el ejército, –me indicó mi amigo.
¿Cómo te encuentras?
–Muy bien, no me gusta el
ejército pero tengo la oportunidad para trabajar y seguir estudiando, acabar
filosofía y letras.
–Me alegra verte así, bien…
–Ya me enteré de tus andanzas.
¡Corren las voces!
–Sí, estuve viviendo en
Paris una temporada.
– ¿Qué
proyectos tienes para el verano?
–De momento vuelvo a Francia,
allí tengo cosas pendientes. Luego pienso ir a Londres, para
trabajar y mejorar el inglés con la idea de preparar una exposición para Nueva
York. Para el otoño o la primavera próxima.
–Ven a las Baleares una temporada
a trabajar, allí hablaremos sobre nuestros proyectos. Alquilaremos un sitio
tranquilo para vivir y trabajar.
–Ya veremos, también tengo
problemas en mi casa, y fuertes, –le indiqué.
–Bueno, estaremos en contacto por
carta. Yo marcho para las Baleares dentro unos días.
Nos abrazamos después de tomar
juntos unas copas. La situación de mi amigo había cambiado en su totalidad,
estaba optimista y lleno de proyectos. Con una economía estabilizada que le
daba su graduación de teniente, se sentía estable, podía escribir y ampliar
estudios.
Me sentía mal en Madrid y a
adelanté el viaje a Francia. En Paris fui a visitar a Putin que se había
quedado con mi estudio. Las cosas le habían mejorado, había encontrado trabajo
estable con los anticuarios en la restauración de iconos, su hija que tenía mi
edad había ido a vivir a Paris con su padre.
–Te tengo que presentar a mi
hija, –me dijo–. No está de acuerdo con el socialismo que se ha implantado en
mi país.
–
¡Hola! ¿Qué estas de paso?
–No, temporalmente me quedo aquí,
–señaló, a la vez que me daba un beso.
– ¿Qué te dedicas al arte?
–No, me interesa la
investigación. Estudié medicina y conseguí una plaza en un laboratorio.
Deje resbalar la vista para
ver los cambios que había en el estudio. A la vez repasar la obra que había
dejado recogida.
– ¿Quieres volver a tu estudio?
–me preguntó Putin con un gesto de agradecimiento.
–No, mi destino es Londres, para
perfeccionar el inglés y preparar obra para una exposición en Nueva York.
Durante los días de mi instancia
en Paris, compartí muchas horas con Putin y con su hija que era hermosa y
culta. Fría en sus emociones, opuesta a su padre en su alta sensibilidad.
Duro poco mi instancia en
Paris, estaba en un estado de inquietud que me daba poco sosiego y
estabilidad. Me desplacé a Estocolmo y allí compartí vivencias con un amigo
pintor que me esperaba. Fueron días intensos en la labor artística. Pero algo
muy fuerte había cambiado en mi interior, no tenía calma y regresé a Madrid. Mi
decaimiento y desencanto iba en aumento, para reponerme decidí adelantar mi
viaje a las islas baleares, aquella misma noche cogía un tren a Barcelona. Al
atardecer cogía un barco que me llevaría a Menorca en donde estaba
mi viejo amigo. Era de madrugada cuando llegamos al puerto de Mahón. Allí me
esperaba ya con proyectos para los dos.
– ¡Te puedes quedar en la
residencia de oficiales, de momento!
–No, buscaré mientras un hotel.
–Ya tengo varias cosas
apalabradas que tienes que ver.
Me instalé en un hotel sencillo
que estaba en un sitio tranquilo mientras no alquilábamos el apartamento. Había
llevado para pintar y mientras no tenía un estudio salía al campo para hacerlo.
Allí conocí artistas jóvenes con
los que tuvo acogida y buen entendimiento. El nivel social de mi
amigo había cambiado, era oficial del ejército con 27 años, se rodeaba con
chicas cultas, de carrera, la clase alta de la isla. Se reunían en el
ateneo los intelectuales donde se celebraban exposiciones y actos culturales.
Pronto encontramos lo que
buscábamos, –mejor de lo esperado–. Un pequeño chalet amueblado en la
parte alta de la playa a su alrededor no había más casas. Era un sitio
privilegiado. Mi amigo dejó la residencia de oficiales y se fue a vivir a la
nueva casa.
Enseguida, libremente empecé a
proyectar bocetos. Eran días intensos que se trabajaba y disfrutaba de la
naturaleza lejos del bullicio de las grandes ciudades. Entré en el círculo de
las amistades de mi amigo –lo más selecto de la isla– chicas que cursaban
estudios en Madrid o Barcelona.
Tenía 27 años, me había
dejado barba para no tenerme que afeitar, era abandonado para mis cosas
personales, pensaba que así pasaría más desapercibido en la isla pareciéndome
uno más de aquellos forasteros que por una causa o por otra estaban en la isla.
Cuanto más entraba en las
vivencias humanas una reacción cada vez mayor se manifestaba en mi interior que
ponía comunicación y sosiego en aquel despertar espiritual de mi viejo amigo
escritor ya desde la otra orilla de la vida.
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