La divinidad
está en vosotros, en todas las cosas. Para que de fruto esa Divinidad hay que
trabajar con los materiales que poseéis. Como buenos artesanos despreciar los
materiales, el mismo barro que pisáis, es dudar de la energía Divina que lo
formo.
LUZ DE AMOR
Siempre un
esplendor de luz se abre a todo hermano material o espiritual que desee
recibirlo, una luz de amor y de esperanza que pone consuelo en el corazón y
abre las puertas a senderos superiores liberados de esas pasiones terrenas que son las
que os producen el verdadero sufrimiento y la atadura a aquello que tiene que cambiar.
Que esa luz
de amor y de transformación que brota de la fuente del Creador que invada
vuestro sentir, se sienta el despertar del alma en un camino limpio en el sendero
de la luz, de la caridad, del amor y de la entrega, en un renovado despertar.
En el
silencio de la mente que brote la luz de amor, que es la que vitaliza y abre
caminos de esperanza en el sendero continuador a través del cual se proyecta la
luz en una dimensión sin tiempo, en la cual, la creación forma caminos de
continuidad en el desarrollo interior.
Los buenos
pensamientos se unen, se armonizan, se
funden en una inmensa luz de amor que abarca una totalidad, une a los seres y les hace vivir en la gran
armonía de las familias espirituales.
Sin embargo, para alcanzar esas elevadas metas se necesita haber abandonado en los caminos
que conducen a ellas los apetitos humanos y sus pasiones, las ambiciones, el ego, los deseos. Es
necesario, antes haber sido desgarrado por las zarzas purificadas de la vida
corporal. Haber aprendido a sufrir en silencio. El haber dejado en los
sepulcros terrenales los despojos deformados por las amarguras humanas y el
dolor corporal, haber vaciado muchas veces el contenido profundo y amargo de
las desdichas corporales.
El sufrimiento
que desarrollan las fuerzas viriles del alma, las preparan para la purificación, las madura y la embellece. Abre
el camino de continuidad de las leyes eternas en un nuevo despertar de luz amor y esperanza.
Espíritu
Pedro Santiago